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Pelota de partido en Nervión


Hay ciertas cosas en la vida que jamás se pueden aseverar sin margen de error. Sobre todo en España, donde nada es lo que parece. Pero en el caso que me ocupa en este escrito se me hace difícil imaginar otra oportunidad si se produce un nuevo fracaso. Del Nido y Monchi están ante la oportunidad de levantarse recuperando el crédito limado estas últimas temporadas, o caer en el descrédito absoluto. Así es el fútbol, ese mundo que pregonan conocer a la perfección ambos protagonistas.
La anunciada revolución del Sevilla está en curso, seguro que con algún tiempo de retraso, pero aún con margen para quienes escribieron con letras de oro las mejores páginas jamás leídas en la historia del club. Pero eso ya es pasado, y éste solo sirve para regodearse. Ya no estamos en 2006, ni en 2007, ni en 2008. No, estamos en 2013 y camino del 2014. Lo mismo que Del Nido y Monchi gestionaron la creación del mejor Sevilla jamás visto, después han ido dilapidando esa obra maestra. Son los responsables de lo uno, pero también de lo otro. Y eso lo saben, de ahí el giro radical emprendido este verano para reinventar un nuevo Sevilla.
Superventas económicas, fichajes prometedores combinados con algunos contrastados y la humildad de nuevo como bandera a enarbolar. Pero ahora hay un problema. Ese crédito de los títulos que parecía interminable se ha ido agotando con despilfarros y fichajes incomprensibles. Por eso, aunque cueste asumirlo, Del Nido y Monchi también parten de cero esta temporada. Es el año 1 del nuevo Sevilla, ¿pero también para la afición?. El tiempo desgasta y solo los éxitos tienen el maquillaje impoluto de la eterna juventud. El fútbol es imagen, y ésta vive de los resultados. Por eso, Del Nido y Monchi se juegan mucho más que una temporada. Dudo que la afición tenga la paciencia que ellos reclaman para un nuevo proyecto a tres años, y menos aún con los mismos nombres, los mismos rostros.

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