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Escalas

Periodista especializado en fútbol nacional

La de historias que guardan los aeropuertos a diario. Te lanzan prácticamente a cualquier parte del mundo y sin tener en cuenta el motivo. Solo faltaría. A veces viajas por puro ocio en tus vacaciones para marcar una cruz más en tu mapa y otras por motivos laborales o menos placenteros. En una misma terminal conviven miles de personas antes de despegar al destino fijado. Trayectos cortos, de media distancia o bastante largos. Trayectos cómodos, arduos o incluso tormentosos. Todos tenemos experiencias dispares en un aeropuerto, y si aún no las tienes, tranquilo, te tocará.

El vuelo directo es el deseado por todos, eso sí, suele ser la opción más costosa. Aunque no siempre queda a elección del pasajero. Hay conexiones imposibles que están sujetas a las famosas escalas. Más o menos cómodas, según el tiempo de duración de éstas. Y de demora. Pero por normal general, sobran. Luego están las paradas intermedias; son poco más que una patada en la zona noble que no esperas. Por no hablar de los retrasos, punto y aparte.

El avión del Sevilla FC en la 2022/23 despegó, como años anteriores, con la clara intención de pasear el nombre que heredó por todo el territorio nacional y parte de Europa. Y casi siempre con destinos de ensueño como en su día fueron Colonia, Basilea o Varsovia. Aunque en esta ocasión, la planificación del viaje guardaba más incógnitas que nunca en su historia más reciente. En las oficinas de Nervión se vieron obligados a ajustarse el cinturón y tuvieron que deshacerse de integrantes clave. Jules Koundé y Diego Carlos hicieron las maletas para acabar subiéndose a aviones diferentes. Estas dolorosas salidas implicarían llegadas. Se hicieron de rogar, pero acabaron aterrizando “a tiempo”.

El vuelo comenzaba. La confianza en el comandante, pese a las citadas ausencias de peso, seguía intacta. Cómo para que no fuese así por razones más que obvias. Aunque bien pronto comenzaron las turbulencias. Las primeras escalas dejaron dudas. Éstas acabarían en desesperación y se apostó por un cambio de piloto. Un viejo conocido, pero bastante cambiado. Jorge Sampaoli tomaría los mandos. Nuevo despegue, similares sensaciones. Entonces llegan los cambios de planes. Las paradas intermedias, las escalas que se prolongan más de la cuenta e incluso los retrasos. Un problema que emana de la dirección de la compañía y afecta hasta al último pasajero.

Si el Sevilla de la presente temporada fuese un avión, lógicamente habría que pensar dos veces si subirse o no en caso de ser futbolista. Porque caso aparte es su afición, presente en Mendizorroza donde casi hay colisión tras el descalabro en Girona, por seguir al hilo. Durante el encuentro se materializa, a más de 800 kilómetros de distancia, un viaje de ida y vuelta de sobra conocido. El modelo de la dirección deportiva sevillista, que hasta hace poco era la hoja de ruta de media Europa, evidenció su enésimo lunar de la temporada. Y ojo, que la “llegada” de Lucas Ocampos puede y debe aportar esa falta de velocidad y punto de competitividad que tanto necesita la plantilla que tiene a sus mandos un Sampaoli también responsable, pero no es un movimiento acorde al Sevilla como institución. Un descarte en verano se convierte en refuerzo en invierno. Y para más inri, con el jugador en suelo hispalense en una escala prolongada que casi llega al mes. Es cierto que se debe tener en cuenta el contexto, pero es imposible comprender el fondo.

El destino del Sevilla 2022/23 sigue sin estar claro. El vuelo sigue su curso y se prevé movido. Los fieles pasajeros tratarán de hacer lo posible para que el avión no caiga, y de hacerlo, lo hará con ellos dentro. Y todo ello sin tener claro quién lo dirige. Porque al igual que es utópico completar un aterrizaje exitoso y de primera categoría sin una tripulación de vuelo eficiente y comprometida; es muy complicado apostar por un final tranquilo, ya no feliz, de temporada para el equipo hispalense si no se empiezan a asumir responsabilidades y se comienza a mirar única y exclusivamente por el beneficio común de todas las partes. Ese no debe ser otro que el buen hacer deportivo. De no ser así, se han equivocado de avión.

Sampaoli y Monchi, en el entrenamiento de este miércoles (Foto: Kiko Hurtado).

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