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[Crítica] Focus

Que te roben la cartera mientras ves una procesión de Semana Santa o viajas embutido en el metro no le gusta a nadie. Desafortunadamente, España es un país prolijo en mangantes de todo tipo, tanto de oficina como callejeros, y sabemos de lo que hablamos. Sin embargo, ¿a quién no le gusta las películas de atracos y trileros? Incluso disfrutamos viendo cómo el protagonista despluma a sus incautas víctima y sufrimos cuando este se encuentra en apuros por la persecución de la policía o algún otro malvado sin escrúpulos. La empatía humana, esa gran desconocida.

Pues bien, Focus, la nueva película del actor más comercial de todos los tiempos, Will Smith, trata precisamente sobre eso; la capacidad de Hollywood para hacer parecer como 'cool' las fechorías de un tipo que se gana la vida (y bastante bien, además) robando carteras y estafando a quien se le ponga por delante al mismo tiempo que se liga a la chica más atractiva de la fiesta. Evidentemente, lo consigue, ambas cosas.

Al fin y al cabo, se trata de Will Smith. Es el tipo que rapeaba en Bel Air, arrastraba alienígenas por el desierto en Independence Day, se enfrentaba en pleno Salvaje Oeste a una araña mecánica gigante en Wild Wild West y pisaba cucarachas en Men in Black. Y lo hacía sin parecer ridículo. Es el carisma hecho actor. Lamentablemente, no tuvo tanta suerte en After Earth, pero en Focus, ya sin su hijo, la química con Margot Robbie es suficiente. La actriz que robaba alguna escena (por diversas razones) a Leonardo DiCaprio en El lobo de Wall Street se confirma como una actriz a tener en cuenta en el circuito mainstream; tiene talento, es atractiva y logra aguantar en pantalla frente a un actor que no suele compartir protagonismo.

Focus no es una película que vaya a superar en el tiempo su propia intrascendencia pues parece que tampoco es esa su pretensión. Los directores Glenn Ficarra y John Requa rebajan el discurso de sus dos anteriores películas (las apreciables Phillip Morris; Te quiero! y Crazy, Stupid, Love) y se entregan al entretenimiento palomitero puro y duro. La fórmula es sencilla; actores reconocibles, muebles de diseño, ritmo ágil y un sinfín de giros de guión con los que despistar al espectador hasta que este no sepa con certeza qué es real y qué no lo es.

Y es que en la película  hay tantos juegos de prestidigitador que uno se queda a ver los créditos por si se ha quedado algún otro golpe de efecto más en la recámara. La mayor parte del público lo agradecerá, pues el argumento tampoco es para un Pulitzer. Ni lo pretende. Focus es una película para ver con la mente de vacaciones y las ganas de echar el rato como principal objetivo. Aunque sea a costa de unos cuantos pardillos a los que despluman sin clemencia.

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