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El sueño inalcanzable de los Juegos Paralímpicos para atletas con síndrome de Down: "No tienen ninguna posibilidad"

Medalla de oro de los Juegos Paralímpicos de Paris (Cordon Press)

Los Juegos de Paris 2024 pasarán a la historia, entre otras cosas, por ser los primeros en los que atletas olímpicos y paralímpicos cobrarán los mismos premios por sus victorias. También lo harán por ser los primeros en los que un mismo logo representará a los dos eventos. Sin embargo, hay una mancha en el olimpismo que este espíritu integrador desplegado por los Juegos de la capital francesa no ha logrado limpiar. La ausencia histórica de una verdadera integración de todos los atletas con discapacidad intelectual. Entre ellos, aquellos que tienen síndrome de Down y cuyo Día Mundial se celebra el 21 de marzo.

Con casi nueve millones de personas con síndrome de Down en el mundo, la realidad es que ninguna de ellas puede participar en los Juegos Paralímpicos. Esta afirmación, así de cruda y rotunda, esconde un matiz tal vez algo más perverso que la ya evidente vergüenza de su enunciado. Y es que, en la teoría, sí pueden. En Atlanta 96, en atletismo y natación, se incluyó por primera vez una categoría para atletas con discapacidad intelectual. A esas disciplinas, hay que sumar a día de hoy el tenis de mesa. El problema es que esa categoría es general para toda la población con algún tipo de discapacidad intelectual, sin hacer distinción entre el complejo abanico que existe. ¿Puede alguien imaginar una competición de boxeo donde boxeadores de 60 kg, 90 kg y 120 kg compitieran en una sola y única categoría?

Síndrome de Down y otras discapacidades: ¿compiten ya estos atletas a nivel internacional?

Al margen de los Juegos Paralímpicos, existe una Federación Internacional de Deportistas con Discapacidad Intelectual (Virtus) que cada año organiza competiciones mundiales en muy diferentes disciplinas deportivas. Virtus, a diferencia del Comité Paralímpico Internacional (IPC), sí tiene un sistema de clasificación en tres grupos que permite agrupar a los atletas distinguiendo nivel de discapacidad y según su nivel competitivo. La clase II2, por ejemplo, está concebida para atletas con discapacidad intelectual que, además, tienen alguna otra limitación adicional como física o visual. En esta categoría compiten los atletas con síndrome de Down. “Son atletas de élite, entrenan prácticamente a diario además de estudiar o trabajar”, asegura Celia Garrote, directora ejecutiva de la Federación Española de Deportistas con Discapacidad Intelectual (FEDDI).

Son atletas de élite. Como el corredor Mikel García o el nadador Carlos Hernández que entrenan prácticamente a diario, cuidan su alimentación, invierten en viajar a competiciones internacionales y, una vez en ellas, se desempeñan con tanto ahínco que en sus vitrinas figuran títulos nacionales, europeos y mundiales. Sin embargo, llegado el momento cada cuatro años de soñar con participar en los Juegos Paralímpicos, un injusto sistema de categorías y clasificación los mantiene fuera de cualquier opción.

¿Hay solución para esta injusticia?

Tanto el Comité Paralímpico Español (CPE) como la FEDDI coinciden en el diagnóstico y en la solución: falta una nueva categoría en los Paralímpicos para discapacidad intelectual, más allá de la que ya existe, para dar cabida a estos atletas. “Las especificidades del síndrome de Down hacen que sea inviable. En una categoría genérica, no tienen ninguna posibilidad”, asegura a ElDesmarque la senadora del PNV María Dolores Etxano, una de las políticas que más ha alzado la voz en los últimos tiempos sobre esta reivindicación. “Ellos ven que pueden competir pero tienen limitada su capacidad y no pueden llegar a lo más alto”, añade.

“Es injusto que haya solo una clase”, afirma a este medio Alberto Jofre, Director Gerente del Comité Paralímpico Español. Jofre señala, además, que el IPC ya tiene una comisión que está trabajando para estudiar la posibilidad de abrir una nueva categoría competitiva dentro de la discapacidad intelectual. “Es un trabajo lento, muy científico e intenso. Pero vamos por el buen camino”, señala.

Medalla de oro de los Juegos Paralímpicos de Paris

Un aspecto importante sobre la filosofía del IPC, destaca Celia Garrote, de la FEDDI, es que no se crean clases por diagnóstico sino por capacidades competitivas similares. “No sería una clase sólo para el síndrome de Down”, advierte. En caso de llegar la ansiada decisión del IPC de crear esa nueva categoría, ésta aglutinaría a atletas con diferentes discapacidades intelectuales pero con similares condiciones físicas a la hora de competir.

Si la solución está clara, ¿por qué tarda tanto?

En este punto, hay que recordar uno de los episodios más negros en la historia del deporte español. Sydney 2000 y el engaño de la selección de baloncesto al presentar un equipo de 12 jugadores donde sólo dos tenían una discapacidad intelectual real. Todas las voces con las que este medio ha podido hablar coinciden en que uno de los principales obstáculos es la complejidad que requieren los sistemas de evaluación para garantizar una competición justa. “Hay desconfianza y miedo por Sydney 2000. Falta una mirada amplia y mucha rigidez. Para los Juegos Paralímpicos la competición se tiene que agrupar en diez clases cuando la diversidad es mucho mayor”, señala la senadora María Dolores Etxano. Por su parte, Celia Garrote, de la FEDDI, pone el acento en la vocación tradicional de los Juegos Paralímpicos por la discapacidad física: “con la discapacidad intelectual hay una sobreprotección que limita y un miedo a lo desconocido”.

Un aspecto crucial para entender precisamente la lentitud de este proceso es la diversidad de interés entre unos comités nacionales y otros a la hora de presionar al IPC. “No todos los países tienen un desarrollo del deporte con discapacidad intelectual como España. A algunos no les interesa”, asegura Alberto Jofre, del Comité Paralímpico Español. La senadora María Dolores Etxano destaca que este punto es clave para soñar con lograr el objetivo en Los Ángeles 2028. “Hemos pedido al ministerio que se presione con otros comités nacionales para que no sea una reivindicación sólo de España.”

Carlos Hernández, tras terminar el entrenamiento (Foto: ElDesmarque)

Desde la FEDDI, Celia Garrote añade un obstáculo adicional: el de la inversión. “Hay que invertir en investigación. En España, por ejemplo, no tenemos presupuesto para evaluar a todos los deportistas”. En este sentido, el Dr. Fernando Moldenhauer ha señalado en una entrevista a este medio que las herramientas para una medición rigurosa y sofisticada de la fuerza o la capacidad muscular existen. "Hay infinidad de determinaciones y mediciones biomédicas, antropomédicas, de medición de fuerza y resistencia muscular que podrían ser puestas a disposición de los evaluadores del comité correspondiente para categorizar a dichas personas".

España, un frente común y un objetivo para los atletas con síndrome de Down: Los Ángeles 2028

A día de hoy, y en esto también coinciden tanto el CPE y la FEDDI como la senadora Etxano, España cuenta con una fuerte coordinación entre instituciones a la hora de reivindicar en foros internacionales una solución para esta situación a todas luces injusta. Ya en 2020 el Senado aprobó por unanimidad a instancias del grupo nacionalista vasco una moción que instaba al Gobierno a promover que el IPC permitiera la creación de una nueva categoría que diera cabida a atletas con síndrome de Down. Recientemente, la Ministra de Educación, Pilar Alegría, ha asegurado que el Gobierno trabaja en ese sentido con el objetivo de que pueda lograrse para Los Ángeles 2028 esa solución para los miles de atletas que hay en todo el mundo.

De momento, tras años de debate, Paris 2024 pasará a la historia, además de por algunos aspectos de integración muy positivos, por ser otra oportunidad perdida en el urgente objetivo de dar un espacio a esos miles de atletas en todo el mundo que sueñan con competir en el mayor evento deportivo del planeta. Ojalá Los Ángeles 2028 escriba ese capítulo en la historia del deporte.

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