El Sporting deberá esperar para regresar a Primera. No hubo remontada. Romos en ataque y endebles en defensa, los de Rubén Baraja fueron apeados, con justicia, por el Real Valladolid. La unión, la comunión y el ánimo de la grada no son suficientes argumentos si no van acompañados de fútbol. Si la esperanza es lo último que se pierde, los rojiblancos también la dejaron escapar.
En medio de un ambiente ensordecedor y con revolución en la zona defensiva arrancó la búsqueda de la ansiada remontada. La presión de la grada se trasladaba al verde. Los de Rubén Baraja imprimieron un alto ritmo desde el primer minuto, apretando la salida del balón del Valladolid. Sobreexcitados, una falta de Isma López provocó una pelota colgada al área rojiblanca que Mata no logró enviar entre palos. Sin perder el dominio, pero con las pulsaciones algo más relajadas, vieron los asturianos como Diego Mariño, otra vez, se hizo gigante ante Hervías, en una clara ocasión de gol. La réplica no se hizo esperar y una jugada por banda izquierda de Carmona la remató lamiendo el palo Rubén García a los veinte minutos de encuentro.
Dos minutos después apareció el gol. Jaime Mata, con un disparo lleno de clase finalizó una contra blanquivioleta, en un deficitario balance defensivo de los rojiblancos, tras ejecutar un córner a favor. Cuesta arriba. Volvieron a intentarlo con determinación pero sin acierto los del 'Pipo'. Hasta que a los 30 minutos, otra rápida transición pucelana y otro mazazo en forma de disparo desde la frontal de Óscar Plano que bate a Mariño. Un imposible. Las buscaba el Sporting, las tenía el Pucela. Hervías se volvió a encontrar con el meta gallego, tras deshacerse de Isma López a los 41 minutos. Santos, hizo lo propio con Masip instantes antes del descanso.
Sin cambios tras el paso por los vestuarios, ni de hombres ni de panorama. El Sporting salió con la desesperada necesidad de marcar, pero la desesperación no suele ser buen compañero del juego fluido. Con los laterales totalmente volcados en el ataque, y Bergantiños como encargado de crear, se fueron consumiendo los minutos. Mientras, la afición soportaba, a duras penas el espectáculo. En el 60 Baraja decidió quemar sus naves, Nano Mesa sustituía a Rubén García. El canario aportó aire fresco, una combinación suya con Santos acabó con derribo del uruguayo y penalti. Gol del charrúa y media hora escasa por jugarse.
No le entraron las dudas a los visitantes, con renta suficiente para mantener la cabeza fría. Baraja dio entrada a Pablo Pérez por un desdibujado Carmona, a falta de un cuarto de hora para el triste desenlace. Se acababa el tiempo, entre sustituciones y tímidos ataques rojiblancos. El Valladolid demostraba su control absoluto y, de paso, su merecimiento a luchar por estar en Primera. Así concluyó el partido, con la esperanza perdida, la persiana bajada y el objetivo de la temporada sin conseguir.
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