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Eindhoven, tres lustros grabado a fuego en el corazón sevillista

Javi Navarro eleva el trofeo como campeón de la Europa League en 2006.
Deletree conmigo: P E R I O D I S T A

El 10 de mayo no es un día más para el sevillismo. Es mucho más que un día. El día del primer gran título europeo del Sevilla FC, aquella mágica noche de Eindhoven que siempre estará presente y del que se cumplen ya tres lustros. Este lunes, un día después de decir adiós de forma casi definitiva al título de LaLiga Santander, se cumplen nada más y nada menos que 15 años del 4-0 al Middlesbrough en la final de la Copa de la UEFA, la actual UEFA Europa League, el inicio de un época gloriosa del sevillismo.

Desde aquel cabezazo de Luis Fabiano a las celebraciones de Maresca, sin olvidar la gran aportación de Kanouté, suplente en aquella final. Pero dio igual. El Sevilla aplastó al conjunto inglés en una final soñada, histórica, lleno de éxtasis en las gradas del estadio del PSV y en los sevillistas que se quedaron en casa.

A partir de ahí llegaron más éxitos. Uno tras otro. Pero siempre con el faro de Eindhoven muy presente. Palop, Daniel Alves, Javi Navarro, Escudé, David, Jesús Navas, Martí, Maresca, Adriano, Saviola, Luis Fabiano, Kanouté, Puerta y Renato, liderados por Juande Ramos en el banquillo.

La expedición sevillista llegó a la ciudad tulipán tras un camino complicado e inolvidable. La remontada ante el Lille y la superioridad frente al Zenit antecedieron a la inolvidable actuación del angelito que habita en el cielo, el mismo que abrió las puertas de la gloria ante el Schalke 04.

Imagen del Sevilla celebrando el título logrado en Eindhoven.

Juande Ramos ofreció al viejo continente su alineación de gala, con una sola excepción. La lesión del gigante Kanouté brindó una oportunidad inolvidable para el cuestionado Luis Fabiano, que aprovecharía a la perfección. El tanto inicial de Luis Fabiano abrió paso a un recital de fútbol que noqueó las opciones inglesas. El frenesí rojiblanco pudo con las remotas opciones tácticas de un Middlesbrough repleto de viejas glorias como Maccarone, Viduka o Hasselbaink, que no consiguieron lastrar el hambre hispalense.

Tras la reanudación, el partido se equilibró con un Sevilla agarrado al contragolpe y un Boro esperanzado por las pugnas aéreas y los balones divididos. El técnico Mcclaren agotó sus bazas e impuso sobre el tapete toda su artillería, olvidando la criba del centro del campo y colgando balón sobre balón al área. Cuando el peligro acechaba seriamente el arco de Palop llegó la sentencia.

Maresca por partida doble y Kanouté en última instancia acompañaron al Sevilla al olimpo europeo, un territorio inconsciente por aquella fecha de lo que se vaticinaba y el monopolio del club rojiblanco en los años venideros. Un terremoto de corazones vibrando inundó las orillas del Guadalquivir, la falda de una Giralda orgullosa de su ciudad. La inestabilidad e inoperancia de años anteriores se tiñó de honor, germinando la misma grandeza que haría reinar en la competición a la entidad de Nervión una década después. Porque los amores que matan, nunca mueren.

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