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Cómo ser aficionado del Sevilla en una final histórica por el coronavirus

Imagen de las gradas con público antes de la Supercopa.

La Supercopa de Europa de 2020 pasará a la historia como la Supercopa del Bayern y el Sevilla, pero sobre todo por ser la Supercopa en tiempos de COVID-19. Seguimos en pandemia, pero el fútbol da pasos adelante, y por primera vez desde el pasado mes de marzo el encuentro celebrado en Budapest, que enfrenta a los dos campeones de Europa, se juega con público.

La cantidad había sido una incógnita. Unos 2.000 alemanas barruntaban los medios teutones, unos 400 sevillistas, unas 3.000 entradas vendidas a aficionados húngaros... Lo cierto es que el número fue menor a los 20.000 seguidores permitidos, un tercio del aforo del impresionante Puskas Arena.

Las medidas que tuvieron que pasar los aficionados sevillistas para llegar a Budapest fueron en algunos casos estrictas, en otros laxas, depende de la forma de llegar a la capital húngara, del día, del cómo, etc. Pero al entrar en el estadio se unificaron, para aficionados, prensa y hasta jugadores. Toma de temperatura, hasta dos y tres controles, supervisión para cada movimiento del estadio, mascarillas, gel hidroalcohólico en cada esquina... Todo para intentar celebrar el partido bajo las principales medidas de seguridad.

Todos los aficionados sevillistas y alemanas que acudieron a Budapest tenían al menos un PCR negativo en coronavirus, pero aún así en el estadio se extremaron las medidas, y cómo no la distancia social, espacio entre asientos obligada.

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