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La plata de Tánger

Pablo Machín durante el entrenamiento (foto: Kiko Hurtado).
Basilio García

Plata. No es el oro de los Juegos Olímpicos, ni del Trofeo de Campeón del Mundo de la FIFA que hace menos de un mes levantara un sevillista –de momento-, pero sí es el metal preciado que vuelve locos de verdad a los clubes de fútbol, especialmente si eres de esos que de vez en cuando la saborea, muerde y abraza. Pero no todos los días.

Lo peor para un desarraigado no es que jamás haya probado un manjar de los dioses, sino que lo haya hecho una sola vez y no vea el modo de repetirlo en un futuro ni cercano ni lejano. Ya el Sevilla FC no es aquel que ni recordaba lo que era la gloria. Ya el Sevilla FC es alguien que sabe muy bien a qué sabe la plata, y sabe muy bien que quiere volver a saborearla.

Ahora, este domingo 12 de agosto en la Supercopa de España más esperpéntica de la historia, tanto que ni se juega en España, el Sevilla se encuentra de nuevo con la plata, con una conocida después de arrebatársela al Real Madrid hace once años en uno de los partidos memorables de la historia del club. Fue bonito ganarla en el Santiago Bernabéu y, por qué no, también lo será ganarla en Tánger. Habrá más o menos los mismos sevillistas in situ, pero los de siempre, pese a estar con los nervios a flor de piel en un verano raruno, estarán ahí como siempre esperando a que esa camiseta y ese escudo le vuelvan a dar una de las alegrías de su vida.

El estadio de Tánger, vestido para la Supercopa.

Desde que el FC Barcelona ganara la Liga y confirmara al Sevilla como su rival en la Supercopa, todo lo que ha rodeado a la competición ha sido un sainete. Pero queda atrás y ahora lo que llega es la “oportunidad”, como recuerda Pablo Machín siempre que tiene ocasión, de que el equipo de Nervión alce su segundo título en este torneo. Para el soriano es la primera final y, claro, tiene su ilusión intacta e inmaculada pese al clima de nerviosismo que rodea, probablemente de forma excesiva, a la entidad.

Así, Machín se permitió el lujo de dejarse mucho trabajo en la Q3 de la Europa League. Salió en la ida con muchos refuerzas y el viaje a Lituania no será de turismo. Habrá muchos cambios con respecto al partido del jueves y, de hecho, solo Vaclik, Banega y Ben Yedder apuntan a repetir titularidad. Hombres de importancia capital como Jesús Navas, Roque Mesa, Escudero, Mercado o Franco Vázquez ni siquiera fueron convocados el jueves, mientras que Sarabia apenas un cuarto de hora.

La gran duda está en la defensa, donde en principio Kjaer está llamado a ser capitán general esta campaña, aunque se ha plantado en Tánger sin minutos oficiales y no está claro que sea de la partida. Si no, esperarán su turno Carriço o Gnagon mientras que Sergi Gómez tiene todas las papeletas de jugar ante el equipo en el que se formó.

Por su parte, el Barcelona llega como suele llegar a estas Supercopas. Como si le diera igual. El que haya un título en juego ni acorta vacaciones ni cambia planificaciones. Saben que, de jugar a su nivel pese a que hayan tenido poca preparación, lo normal es que la ganen. Por desgracia para el Sevilla, no sería la primera vez que un Leo Messi recién regresado de las vacaciones le niega la gloria. El argentino, que aún no se ha puesto la nueva camiseta blaugrana, capitaneará a los suyos en el ambiente culé de Tánger, que apoyará mayoritariamente a un equipo al que Marruecos sigue como si fueran dioses.

Además, por si fuera poca su superioridad, la RFEF le ha dado otra ventajita, sacándose de la manga una norma que nadie conocía para que Coutinho, Malcom, Arthur y Arturo Vidal puedan jugar como si hubieran nacido en Sant Boi de Llobregat.

Con todo en contra una vez más y obsesionados con borrar del recuerdo el bochorno del Wanda Metropolitano allá por abril. Así se presenta el Sevilla, quien se crece ante las adversidades, en Tánger para buscar la plata que viene de Marruecos. Quedaría bonita en la vitrina junto a la de Holanda, Escocia, Mónaco, Italia, Polonia o Suiza. ¿Verdad?

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