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El infierno de Dani Torres con la bebida y una terapia espiritual salvadora

Eduardo García

Este miércoles a mediodía ha sido presentado Dani Torres como nuevo jugador del Real Zaragoza, a pesar de que ya tuvo sus primeros minutos frente al Cádiz. Eso sí, no sin antes haber palpado el césped del Carranza con sus propios pies descalzos. Una costumbre que el centrocampista cafetero tiene desde hace años y con una significante causa.

Rebobinemos años atrás en el tiempo. Cuando ni siquiera Dani Torres había cruzado el charco. A inicios de la década de 2010. Por aquellas fechas todavía era un chaval. Apenas sobrepasaba los 20 años y defendía la camiseta del Santa Fe de Bogotá. Sin embargo, tal y como contó en una entrevista al diario El País en 2016, tuvo momentos duros que le hicieron replantearse mucho el camino que estaba tomando su vida.

"Yo solo podía tomarme dos botellas"

Torres afirmó que, como les sucede a muchos jugadores jóvenes, era un 'cabra loca'. Tuvo que viajar solo de pequeño a Bogotá, dejando a sus padres en su Cáqueza natal. Ahí se encontró descontrolado: "Mi época más irresponsable fue entre 2010 y 2011. Empecé a tomar whisky. Yo solo podía tomarme dos botellas. Se me notaba en la cara y en el tufo. Pero al otro día entrenaba con normalidad. No sé cómo aguantó mi cuerpo".

Al final, como era de esperar, en su equipo se iban a dar cuenta: "En Santa Fe me perdonaron unas ocho veces con prueba de alcoholemia positiva, hasta que llegó un técnico en 2011 y me sentó. Seis meses estuve sin jugar". Eso llevo a que Dani Torres quisiera probar nuevos aires, aunque justamente el destino no fue el más apropiado: "Cuando acabó la temporada le dije al presidente que me dejara ir a Nacional de Medellín porque todos sabíamos que ya no iba a jugar. Decidieron mandarme a ver si todo cambiaba. Y fue peor. Medellín es muy noctámbula, muy fiestera. Empecé a salir más. Solamente duré seis meses".

De hecho, cuenta la anécdota del día de su cumpleaños y la última oportunidad que le dio el presidente del club: "Me fui de fiesta y a los tres días llegué al entrenamiento cuarenta minutos tarde. Me hicieron prueba de alcoholemia y di positivo. Estábamos en la recta final. Me suspendieron tres partidos. En el último necesitábamos empatar o ganar para poder clasificar a los play offs. Entonces se me acerca el presidente y me dice: ‘Es la última oportunidad que tienes, o nos clasificas o te vas’. Perdimos 1-0".

Y de verdad, era la última oportunidad: "Llamé al presidente y al técnico y no me contestaron". Además, también se había separado de su mujer y de su hijo, lo que provocó que, en aquel momento, Dani Torres estuviera en tierra de nadie, con su futuro en el aire. Sin embargo, el fútbol y la vida quisieron darle una segunda oportunidad: "Entonces recibí la llamada de César Pastrana, el presidente del Santa Fe. Y me dice: ‘Daniel, Nacional no te quiere; ellos quieren enviarte para un equipo de mitad de tabla para abajo. Yo no quiero que te vayas para un equipo así porque tú no eres para ese tipo de equipo’".

Finalmente, Torres recapacitó en la que "fue la peor etapa de mi vida, no sabía que iba a ser de mi profesión" y decidió regresar a Santa Fe. Ahí consiguió recuperar a su familia y es donde conoció a Dios: "Decidí entregarle mi vida al Señor y utilizarla para poder glorificarle, honrarle y llevar el mensaje a donde él me pusiera".

La religión y una guía espiritual, claves en su cambio

Esa transformación vino gracias en gran parte a Sandra Merino, la suegra de Camilo Vargas, el portero de Santa Fe y gran amigo suyo: "Él me la presentó y ella comenzó a hablarme de la palabra de Jesucristo. Pero yo no le hacía caso. Hasta que me encontré tan mal que cogí una Biblia y me dije: ‘Voy a experimentar, a ver qué ofrece’". 

Aquella guía espiritual acabó siendo tan importante para él como para el equipo, tras una mala racha inicial que acabó con la consecución del título: "Llevaba dos años orando por Santa Fe. En 2010 el Señor le reveló que intercedería y que saldríamos campeones". Y así ocurrió, no sin antes haberse reunido, incluso vía Skype, Sandra Merino con el equipo: "Lo primero que hizo fue lavarnos los pies: como Jesucristo lavó lo pies a sus discípulos. Fue un acto de limpieza espiritual".

A pesar de que les resultara extraño en un principio, acabó funcionando. Y la razón que Dani Torres contó fue que: "Ella nos dijo que la Biblia refleja la santidad en los pies. El lugar donde uno pisa es el lugar donde se manifiesta la presencia de Dios y es un lugar limpio. Casi siempre nos decía que había sido perdonado nuestro pecado y limpiada nuestra culpa. A partir de ese día, salíamos al campo descalzos antes de los partidos. Que es lo que yo hago siempre. Fue una promesa".

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