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La Romareda muestra síntomas de hastío

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D.M.

El pasado domingo acabó de confirmarse el divorcio entre el Real Zaragoza y su afición. Una relación que había mostrado claros síntomas de hartazgo durante las últimas semanas y que acabó de definirse tras la derrota ante el Granada, cuando una Romareda mermada por la evacuación prematura de buena parte de aforo, acabó abroncando a su equipo, con pañolada incluida.

Puede considerarse como el gran fracaso del club aragonés en lo que llevamos de temporada. Tras conseguir, la pasada campaña, reconciliar al equipo con su afición, a la que elevó a la máxima ilusión durante la promoción por el ascenso, esta temporada comenzó de igual manera. Desde el inicio, la parroquia blanquilla trató de mantener la ilusión, con una masa social aumentada y la misma pasión que en la lucha por volver a LaLiga Santander.

Pese al inicio ilusionante, poco ha tardado el Real Zaragoza en dilapidar la confianza de los suyos. Los malos resultados, unidos además a la pobre imagen mostrada durante las últimas semanas, ha acabado por llevar a la ruptura con la afición blanquilla. Algo que se demuestra no sólo en la bronca que se llevó el equipo tras la derrota ante el Granada, sino también en los números que muestra la asistencia a La Romareda.

Y es que el encuentro ante el Granada, equipo que ostenta en estos momentos el liderato, tuvo una de las peores asistencias de la temporada, con apenas 19.326 espectadores. Sólo por detrás, el partido inaugura, en pleno mes de agosto al que acudieron algo más de 18.000 personas. Un síntoma del agotamiento que vive el zaragocismo. Lejos quedan los 23.849 que vivieron el encuentro ante Osasuna o los 23.217 del primer fracaso, ante el Lugo. Incluso el partido frente al CD Tenerife rozó los 22.000 espectadores.

Tiene ante sí el Real Zaragoza una doble misión importante. Por una parte, reconducir la situación deportiva, que permita al equipo salir de la parte baja de la clasificación. Por otra, volver a ilusionar a una afición que muestra ya síntomas de desgaste, pero que apenas necesita nada para situarse una vez más al lado de su equipo.

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