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Es Noticia
Real Valladolid
1-1
CD Lugo

Impropio e inadmisible

Ángel Velasco B.

El estreno de Alberto López como entrenador del Real Valladolid tenía tensión. El equipo debía crecer desde el punto dejado en Pamplona y aunque parecía sencillo viendo el resultado de El Sadar y la salida de Miguel Ángel Portugal como gran consecuencia, no lo consiguió en ninguna fase del encuentro. En todas estuvo superado. Ante un Lugo sin una gran intensidad ni grandes objetivos en juego, el nuevo Pucela no se activaba como se esperaba porque, globalmente, no sabía qué rol asumir en el partido ni cómo hacerlo.

 
Entre las dudas por liderar el juego y el balón o trabajar sobre la propuesta lucense, los de Alberto no mejoraban su imagen en el primer duelo de esta nueva etapa, aquella que tiene como gran objetivo evitar el miedo al descenso a Segunda B. El miedo existe y se ha multiplicado tras ver que esas grandes sensaciones de la semana con la llegada del entrenador de Irún y su gran discurso no se han inyectado en el equipo. La culpa de la pobreza de este Real Valladolid no es ni de entrenadores ni de jugadores solamente. Es endémico y cada jornada parece más clarro que no tiene solución.
No la tiene porque la personalidad no se puede adquirir de un día para otro. Se inyecta y este Pucela no la ha encontrado en ninguno de sus entrenadores. Cuando un equipo se juega su imagen como se la jugaba este Real Valladolid es imperdonable que no reciba ninguna amonestación y que no  ponga en juego ningún saque de esquina hasta pasada con creces la hora de partido. El Real Valladolid está bloqueado y no sabe cómo salir de ese encierro mental que vive. Ya sea en esta situación o otra lo que está claro es que ésta es una imagen impropia del Real Valladolid.

Sopor absoluto

El Real Valladolid tenía que cambiar la imagen pero tras la disputa de los primeros 45 minutos nada hacía pensar que lo fuera a conseguir. La primera parte del equipo blanquivioleta no tenía ni fuerza ni personalidad ni, sobre todo la tensión necesaria para salir de esta situación y aquella que pedía Alberto en sus primeros días en Valladolid. Con esta pobreza el descanso llegaba y todos respiraban. Los jugadores lo hacían para evitar más minutos sobre un terreno de juego que les superaba. Mientras tanto la afición recibía con gusto el intermedio para vivir un pequeño oasis de paz entre la penumbra de juego y realidad que muestra el equipo.
Sin ninguna ocasión clara que llevarse a la boca salvo un disparo alto de Álvaro Rubio sobre la meta de José Juan que no intimidó en ningún momento al veterano cancerbero ex del filial blanquivioleta, el equipo no cambiaba su imagen. Ese gran objetivo que se marcaba el equipo, en voz de su nuevo entrenador para este primer partido de la etapa, no llegaba. No se producía por la falta de confianza que viven los jugadores en la actualidad y por la ausencia total de la tensión competitiva que lleve al equipo a morder sobre el terreno de juego.
El Pucela no estaba bien. La realidad es que el equipo vallisoletano no mostraba un gran nivel pero el del rival, del del Lugo, era muy similar. Las penas de personalidad de los locales también se vislumbraban en los visitantes. Con pocas ocasiones y sin mordiente en la zona ofensiva, los de Durán gozaban de tan pocas ocasiones como los blanquivioleta en una primera parte que nunca será recordada en el estadio José Zorilla por su brillantez ni calidad pero sí por su tristeza y sopor total.

Sin evolución

Muchas veces en el fútbol se dice que "el nivel mostrado es tan pobre que es difícil o imposible empeorarlo". Este Real Valladolid es capaz. Lo ha demostrado en muchas ocasiones pero en el inicio de la segunda parte cambió. No mostró una gran versión de juego pero sí bastante mejora de la de los primeros 45 minutos. Con cierta frescura en el último cuarto, con una aseada presión de las líneas más adelantadas y con una simple sensación de peligro sobre el área de José Juan que no había existido con anterioridad, el Pucela parecía otro. Con la mejora y con la entrada de Juan Villar al rozar la hora de juego, el estadio José Zorrilla encontró una esperanza.
Esa ilusión no tuvo cimientos. El equipo no encontró dónde sostenerla y tras unos minutos de indecisión, miedos y nerviosismo, el Lugo se adelantaba en el marcador. En la tercera ocasión clara en apenas 100 segundos, Joselu rompía el marcador y el partido parecía morir. Como con Miguel Ángel Portugal, este Real Valladolid no parece capaz de asimilar un revés y con el gol del delantero del Lugo, el Real Valladolid no podía más. Estaba abocado y sentenciado a una nueva derrota salvo milagro.
Ese rayo de luz llegaría en el minuto 92 cuando Trujillo Suárez decreto penalti por una mano en el área del Lugo. La pena máxima, lanzada por Pedro Tiba era un reflejo más de la situación del equipo. El portugués marraba la ocasión pero Roger rascaba un punto para los intereses pobres del Pucela al aprovechar el rechace. El empate, impropio e inadmisible para el Real Valladolid pero, sobre todo, para un equipo que se juega la temporada y que no es capaz de mostrar una imagen acorde a la exigencia es un resultado que muestra la triste realidad de un club que se queda sin argumentos. Sin más.

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