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Es Noticia

Ziganda ya sabe lo que es reavivar la esperanza de toda una ciudad

Cuco Ziganda, junto a Arnau, en su presentación (Foto: Pablo Sánchez Álvarez).
Miguel Delgado

Los inicios de Ziganda en los banquillos de la categoría de oro del fútbol español no fueron fáciles. Tras la salida de Javier Aguirre al Atlético de Madrid en 2006, Osasuna optó por darle las riendas del primer equipo a un entrenador sin experiencia en la élite. La negativa de Caparrós, atado por Lendoiro en Coruña, refrendó la apuesta del equipo rojillo, que afrontaba la posibilidad de jugar por primera vez la Liga de Campeones.

Pero el sueño del balón estrellado se desvaneció antes de lo imaginado. El himno de la Champions sólo se escuchó una vez por el entonces Reyno de Navarra, y Osasuna cerró su pase por la mejor competición de clubes del mundo tras ser apeado en la ronda previa por el Hamburgo.

Ahí arrancó una nueva aventura en la Copa de la UEFA, un torneo que sentó las bases de un equipo con las expectativas bajas, pero que supo reflotar su ambición a raíz de un fútbol continuista con respecto a lo previamente pactado por el mexicano Aguirre.

La dolorosa marcha de Raúl García al Calderón se suplió con el ascenso de otro canterano de leyenda en Pamplona: Nacho Monreal. Al año siguiente, César Azpilicueta. En total, visto en perspectiva, Ziganda dejó más de 32 millones de beneficio en Navarra entre jugadores vendidos procedentes del filial -Javi Martínez, entre otros- y otros revitalizados bajo los focos del estadio rojillo -como por ejemplo, Juanfran-.

Al borde de la destitución por un inicio dubitativo, Ziganda aguantó el mal trago y logró estabilizar un fútbol pasado por el barro y de innegable esfuerzo. La gesta, tras superar a Girondins, Rangers y Bayer Leverkusen, quedó incompleta a falta de lograr un gol a domicilio; el Sevilla, verdugo, consolidaría su candidatura a mejor equipo histórico de la competición.

1-0 en Pamplona y 2-0 en el Sánchez Pizjuán. No obstante, la posibilidad de alcanzar la final engalanó la ciudad como nunca antes. Pamplona amaneció inundada en alegría en los días previos a la semifinal del torneo europeo y la victoria en casa reavivó la ilusión de celebrar a ojos del continente. No pudo ser, pero el gol de Roberto Soldado todavía rebota en las gradas de El Sadar.

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