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Samu Obeng, de jugar descalzo a triunfar en España

La historia de Samu Obeng (Nsapor, 1997) es un ejemplo de superación, y de cómo con trabajo, uno puede cumplir sus sueños. Empezó jugando en su ciudad natal, en campos de tierra y con porterías hechas con cañas de bambú. Jugaba descalzo, sin botas de fútbol, aunque tanto su hermano con él fueron de los primeros en tener unas. No las utilizaban, porque el resto de niños tenían miedo a ser pisados y a resultar dañados. Su padre les enviaba desde Europa regalos y uno de sus primeros recuerdos es la camiseta de la Fiorentina con Mijatovic en la espalda.

Obeng celebra su gol ante el Dépor (Foto: LaLiga).

Actualmente juega de delantero, pero en sus inicios ocupaba la posición contraria. Comenzó jugando de portero, pero una lesión le hizo coger miedo a lanzarse al suelo. A los diez años dejó su ciudad natal y el país que le vio crecer, para irse a Barcelona. Cuando llegó a España fue un choque de contrastes, de la austeridad de su Nsapor natal, al modelo de vida europeo. Le sorprendió la cantidad de luces que había, los coches, pero sobre todo la gente blanca. Antes de aterrizar en Barcelona solo había visto a un hombre blanco en su vida, un alemán que les visitaba cada verano.

Antes de partir de Ghana, la gente de su ciudad le había descrito Europa como un lugar en el que no se caminaba, en el que estaba todo lleno de escaleras mecánicas. Le asombró las facilidades que existían en nuestro país. Para ducharse ya no tenía que ir a sacar el agua del poco y calentársela, sino que valía con abrir el grifo. En palabras del propio Obeng: "Era como estar en otro planeta, o en otro mundo".

A pesar del cambio cultural que se vio obligado a sufrir no le costó integrarse.  No conocía el idioma, pero el fútbol le ayudó a relacionarse. "El fútbol es igual en todo el mundo, todos nos entendemos alrededor de una pelota". En el colegio siempre jugaba a fútbol en el recreo, y una vez se disgustó mucho al no poder subirse a un autobús para ir a entrenar con sus compañeros. Samu no estaba apuntado en el equipo, pero en una semana ya había vencido ese trámite, y se encontraba entrenando con sus amigos.

Samu Obeng tan solo tiene 22 años, pero por todo lo que ha vivido parece que tiene el doble de edad. No se conforma con lo que tiene, aunque recuerda sus inicios, forjados en la humildad. En sus propias palabras: "No luchar por aquello que deseas solo tiene un nombre: perder".

Samu Obeng ha pasado de competir en el Calahorra de Segunda B a conseguir un gol en el partido inaugural de LaLiga SmartBank en Riazor. El Real Oviedo Vetusta adquirió al jugador en el mercado estival procedente del club riojano, y pronto destacó por su fuerza y velocidad. Tanto es así que ha participado en cuatro partidos con la primera plantilla, y ha anotado un gol. En estos momentos se encuentra concentrado con la selección sub 23 de Ghana, para disputar la Copa Africana de las Naciones sub 23, que le podría permitir estar en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

La llegada del ghanés no estuvo exenta de problemas, ya que pocas semanas después del debut del futbolista, la entidad riojana amenazó con demandar al Oviedo por haber fichado al jugador de manera ilegal, mediando contrato en activo. El conjunto azul lo negó y argumentó que el fichaje contaba con el asesoramiento de la Federación Española de Fútbol.

Obeng, en el Real Oviedo-Lugo en el Tartiere (Foto: Luis Manso).

Samu Obeng llegó a España para jugar en el juvenil del Getafe en la temporada 2016/2017. Su rendimiento le permitió seguir creciendo y firmó por el Girona B. En el conjunto catalán estuvo dos temporadas, aunque la segunda cedido en el Granollers. Tras su periplo en Cataluña, fue traspasado al Calahorra, y de La Rioja a Oviedo.

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