La ironía que esconde el triunfo del Real Oviedo en Albacete

El Real Oviedo volvió a vencer y ya no es el farolillo rojo de LaLiga SmartBank. El triunfo frente al Albacete sirvió para que el cuadro carbayón se demostrara a sí mismo, amén de su afición, varias cosas. La primera de ellas, que esta plantilla tiene calidad de sobra para pelear contra rivales dce entidad. En segundo lugar, que el equipo es capaz de sobreponerse a las adversidades. Y en tercero, que no siempre van a venir mal dadas en los minutos finales de partido.

Porque es cierto que la primera parte de los de Javi Rozada no fue positiva. Si bien lograron asentarse sobre el césped, el gol de Dani Ojeda dinamitó la estabilidad carbayona en el Carlos Belmonte. No obstante, la reacción del Oviedo en la segunda mitad ha de ser la línea a seguir de cara al resto de la campaña.

Además, este triunfo esconde una circunstancia curiosa, irónica incluso, teniendo en cuenta los resultados de la mayoría de partidos hasta la fecha. Y es que fue precisamente al filo del pitido final cuando se logró la victoria. Precisamente en ese tramo fatídico en el que el Real Oviedo ha perdido ya siete puntos. Porque, ante Deportivo, Lugo, Fuenlabrada, Mirandés y Numancia, los carbayones recibieron en los minutos 88, 91, 90, 89 y 91, respectivamente. Pero en Albacete las tornas cambiaron.

Los carbayones supieron sobrevivir a las ausencias de Yoel Bárcenas y Alfredo Ortuño. Los movimientos inteligentes de Joselu, el juego entre líneas de Borja Sánchez y el descaro de Marco Sangalli, reubicado como extremo en la segunda mitad, propició un triunfo cimentado en el corazón, la necesidad y el empuje. No cabe duda de que este sí puede y debe suponer un punto de inflexión en el devenir de la temporada. El golpe anímico de la victoria y de verse fuera del abismo puede ser fundamental.