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Como en casa, en ningún sitio

Joaquín Anduro

Volver a la que ha sido tu casa siempre es especial. Ya sea tu lugar de nacimiento, donde te has criado o incluso donde has jugado al fútbol. O las tres situaciones juntas, como le ocurre a Isco cuando visita La Rosaleda.

 
El de Arroyo de la Miel siempre se gusta cuando visita el estadio donde disputó dos temporadas, las dos mejores en la historia del cuadro malacitano. Málaga le quiere y él siempre regala a la que fuera su afición un partidazo en sus visitas, aunque vaya en contra de los intereses de los que fueran sus aficionados.
Como en la jugada con la que el Real Madrid se adelantó en el marcador. Isco se buscó la falta en la frontal del área y, ante la ausencia de Cristiano, sabía que era su momento. Ramos se acercó al balón, pero el mediapunta ya había decidido lanzarla... y marcarla.
Le bastó un suave golpeo por encima de la barrera para batir a Roberto y, automáticamente, pedir perdón a la grada de La Rosaleda, que le respondió el gesto con aplausos. La Rosaleda echa de menos a su hijo pródigo, este año más que nunca, y eso se pudo comprobar en un lanzamiento de falta peligroso para los locales en el que la grada pidió que fuera Isco el que lanzara.
Pudo hacer más goles, pero se encontró con un acertado Roberto. Antes de irse, eso sí, le dio tiempo a regalar una asistencia a Casemiro para el 0-2, previa a la tremenda ovación de todo el estadio en el momento de salir del campo y decir adiós a su gente.

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