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El malaguista Carlos y el enésimo gesto de grandeza de Joaquín

Carlos y Joaquín posan con la camiseta del Betis (Foto: ElDesmarque).
María Naranjo

Él no es del Betis, pero no le hace falta para reconocer a un gran futbolista. Tampoco vive en Sevilla, pero eso no fue impedimento para que este lunes acudiera en directo a la gran fiesta europea del equipo verdiblanco. Carlos Fernández era consciente de que, si todo acababa según lo previsto, aunque eso supusiera una nueva derrota de su Málaga en esta aciaga temporada, al finalizar el partido obtendría un ansiado obsequio: la camiseta de Joaquín Sánchez.

No dudó en celebrar el gol de En-Nesyri, porque lleva los colores blanquiazules por bandera (Sandro ya le regaló en su día unas botas), pero una sonrisa se dibujó en su cara cuando, primero Durmisi y más tarde Fabián, firmaban la remontada que suponía el acceso matemático del Betis a la UEFA Europa League en la próxima temporada y por la que le aguardaba uno de los momentos más emocionantes de su corta -pero intensa- vida. 
Joaquín sabía que tenía una misión antes de seguir la fiesta en el vestuario y la cumplió con creces

Cuando finalizó el encuentro, después de que toda la plantilla verdiblanca se despidiera de su afición, a la que le costó abandonar sus asientos por la efusividad con la que celebraron su clasificación europea, Carlos esperó pacientemente en los pasillos del Benito Villamarín. Allí, entre el jolgorio de los béticos y las caras largas de los suyos, de los malaguistas, este joven de 23 años, incapaz de pronunciar palabra por el nerviosismo que se iba adueñando de su cuerpo, sólo quería ver una cara. 
Joaquín fue de los últimos en abandonar el césped tras botar, aplaudir y cantar con su afición. Pero el de El Puerto sabía que tenía una misión antes de llegar al vestuario y la cumplió con creces. Carlos le estaba esperando a él y el extremo se acercó parsimonioso, con su característica sonrisa y, con apenas un gesto, hizo feliz a su admirador. Una camiseta, un par de abrazos y una foto bastaron para que el joven malagueño, que recordaba con alegría los dos años en que el futbolista vistió la elástica blanquiazul, se olvidara de que el Málaga es de Segunda y se fuese a la cama con la felicidad plena de quien ha conocido a un ídolo. 
A Carlos no se le borraba la sonrisa de la cara. Apenas dos minutos después, la foto que plasmaría para siempre el recuerdo indeleble de una noche histórica en el Villamarín, ya encabezaba su perfil en todas las redes sociales. Para él, lo de menos había sido vivir el partido desde un sitio privilegiado, vestirse sus mejores galas o disfrutar del día en tierras hispalenses. Para él, lo más importante era haber pasado apenas unos minutos con el futbolista que ha hecho reír a más de media España, que ha hecho llorar de emoción con sus goles a otra media y que, allí por donde ha pisado, ha dejado huella.
Este lunes volvió a demostrar que como persona vale casi más que en el campo -y eso ya es complicado-, y que poco importan los colores de los que se vista el corazón, siempre que este lata al ritmo que marque el balón. Joaquín hizo feliz a Carlos y, con total seguridad, Carlos ha dejado su propia estela en la memoria de Joaquín.

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