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Es Noticia
Málaga
2-1
Eibar

No hay muros para este Málaga

F. Godoy

No hay muros para este Málaga, que derribó el más alto y duro de esta Liga en plena efeméride de la caída del Muro de Berlín. Es difícil saber bien cuál es el límite de este equipo. Son cinco triunfos consecutivos, cosechados de todas las maneras posibles, pero con un denominador común: su hambre.
Ahora toca un parón para saborear esta racha inimaginable hace tan sólo unos meses. Pero es la realidad. Esta permitido soñar, reír, cantar, gritar... que en el fútbol las alegrías tienen fecha de caducidad y el presente te devora el día menos pensado. Aunque, de momento, aquí quien devora es el Málaga.
Al fútbol se puede jugar de muchas maneras y no por eso se deja de tener razón en la apuesta. Otro debate es la estética, el gusto, el aroma subjetivo de lo que a cada uno, de su padre y de su madre, le gusta. Otras veces es simplemente que uno juega a lo que puede. Y a este Eibar el traje que mejor le queda es el que enseñó en La Rosaleda. 
Minuto 42, un mal despeje de Miguel Torres y zarpazo letal de Arruabarrena. Pero ese gol ni siquiera entra en su plan A. El escenario del partido sí. Tuvo al Málaga donde quería, dejándole metros para tocar pero los espacios justos para minimizar los efectos de los tiburones blanquiazules. Para los armeros la posesión es humo. Porque seguramente con mucho balón no sabrían bien cómo ajustar sus mecanismos.
Dejó que el Málaga buscase la portería, que indagase cómo entrar entre las torres que Garitano tiene situadas por todo el campo. Y los de Gracia no supieron cómo atacar. Tuvieron algún chispazo, rondaban el área de vez en cuando, pero casi siempre de forma inocua.
Ya avisó el Eibar en los albores del duelo de su eterno peligro a balón parado, un tópico que traspasa el tiempo. El colegiado anuló el tanto de Raúl Navas por fuera de juego. Ni eso habría cambiado la idiosincracia de este conjunto peleón y trabajado.
Al Málaga de la primera mitad no le faltó trabajo ni mucho menos. Los laterales, además, tenían campo para sumar piezas al ataque, pero a este equipo de velocistas la reducción de espacios le sienta como el whisky de garrafón a cualquiera de los mortales.
Aun así, tuvo sus opciones. Algún disparo de Boka, un centro peligroso de Castillejo que Juanmi alcanzó pero muy forzado, un gol en fuera de juego (era) del mismo Juanmi...  
De la caseta, pese a todo, salieron los mismos. Otra buena ocasión para ver la lectura in situ de Gracia de un partido complejo y además distinto a todos los que había disputado este Málaga en diez jornadas.
Todo estaba en manos del Málaga, de sus recursos. Primero, honores a Kameni, que en el minuto 51 hizo un despeje a mano cambiada sacando un balón de la escuadra. Parada de manual de buen portero.
Desde ahí, el Málaga se enchufó. Metió más potencia a su juego, más fiereza, más ganas de levantar el marcador. Pero necesitaba el acicate del gol. Encontró una fuga en la sala de máquinas del Eibar, donde Samu eligió disparar desde la frontal. Tenía la opción de Juanmi, que parecía destinado a cazar ese esférico. El de Coín, en su hábitat, la metió tras el rechace. Ya van tres seguidos.
Entonces la fe encontró tangibles. El equipo blanquiazul siguió y siguió con ahínco buscando la victoria. Sabía que golpe a golpe terminaría derribando ese muro armero. Samu, Horta, Camacho... Tenía que llegar.
Fue al final, de tanto querer, tras una jugada en la que el Málaga combinaba en espacios imposibles. Navas cortó con la mano un balón de Darder. Penalti, segunda amarilla, amago de tángana... El Eibar veía que se le escapaba un punto que había trabajado. Pero Amrabat desde los once metros no perdona.
Llegó el éxtasis a las gradas y la firme creencia de que este equipo puede con cualquier piedra en el camino. Gracia corría hasta la melé del gol pidiendo que se arañasen segundos, que se gustase Amrabat en la celebración en la que se abrazaba con pasión a Hugo Camarero. Y Recio por Darder, para robar otro tic tac al reloj del árbitro, cuyo silbido final no se pudo oír porque la afición se desgañitó cantando el himno.

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