Los mismos en Champions que en Segunda B

Qué fácil es sentir amor pero qué difícil es mantenerlo, sobre todo, cuando las cosas no marchan bien. Sin embargo, soy de las que pienso que, si aún con todo en contra el amor perdura, entonces no hay nada más verdadero. Así, auténtico y sin filtros, es el amor del deportivismo por su Dépor. No es un tópico. No es un hoy te va bien y te quiero y mañana te va mal y te abadono. No señores. Muchas de las caras que veo en las fotos del partido ante el Unionistas ya estaban en Riazor ante el Milan.

Los mismos que lloraron de emoción tras decirle a España y al mundo desde Cuatro Caminos que el deportiviño era Campeón de Liga, los mismos que vieron como el Dépor le pintaba la cara al PSG, los mismos, estaban este domingo en el Reina Sofía. Perdón, no solo los mismos, sino también sus hijos, sus nietos y las nuevas generaciones de su familia que ya nacen con ese sentimiento impregnado en su ADN blanquiazul.

Esto sí es amor, esto si es afición. Los mismos que animaban en Champions animan ahora en Segunda B. Bueno, en Primera Federación. Haciendo uso de esa conocida frase "me llena de orgullo y satisfacción" reconozco que a mí me llena de orgullo y satisfacción formar parte de esta afición y de sentir este amor. Puede ser que no siempre correspondido porque lo visto sobre el césped en los últimos tiempos no siempre ha estado acorde al amor entregado, pero, al final, ese amor no es a ningún dorsal o nombre concreto, salvo excepción. Es amor a un escudo. A un escudo que nunca va a cambiar y que siempre será grande teniendo a toda esta gente detrás.