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Es Noticia

Hasta pronto

Carlos Rosende

Un descenso nunca se digiere rápido, ni siquiera cuando uno reconoce haber hecho méritos suficientes para perder la categoría. Porque predecir el impacto no lo suaviza, tan solo convierte el camino hasta el golpe en una especie de penitencia pintada de blanquiazul. Todos la hemos sufrido, incluso los máximos responsables de la misma, a quienes se les exigirá esfuerzo, clarividencia y acierto en la toma de decisiones para devolver al Deportivo al lugar que le corresponde. El trabajo para enderezar el rumbo comenzará mañana; esta noche no hay consuelo posible ni dosis de frialdad suficiente para tomar distancia de una realidad angustiosa. 

En la temporada del despegue, de las renovadas expectativas, del tope salarial desahogado y de asentar el proyecto herculino en la zona templada de la clasificación, el Deportivo acaba con sus huesos en Segunda, como sucedió en 2011 y 2013. En agosto nos preguntábamos cuál sería la identidad de este equipo, y si la teórica calidad de los jugadores y el nivel de los rivales sería suficiente para compensar la visión contrapuesta del fútbol entre quien conformó la plantilla y quien la entrenó en un inicio, un error estructural. Esa disparidad de criterios no hacía presagiar nada bueno, y el paso de las semanas y los meses ha servido para que aflorasen los problemas. En enero, ya herido de gravedad, el enfermo pedía a gritos una cura, pero tampoco se tuvo la lucidez necesaria cuando urgía encontrar un remedio a la altura de las circunstancias. 
En enero, ya herido de gravedad, el enfermo pedía a gritos una cura, pero tampoco se tuvo la lucidez necesaria
Sin bálsamo para tanta cicatriz, el desenlace no coge a nadie por sorpresa. Porque el presente ha sido un año futbolístico de porteros desacertados y delanteros sin puntería, de errores individuales y en cadena, de falta de equilibrio, de apuestas fallidas y de salvavidas que no llegaron. De despropósitos en los despachos, en el banquillo y sobre el terreno de juego. De correr y no saber a dónde ni por qué, de desaprovechar el talento. Un año de agotamiento, penumbra y castigo. Un año de desafección, de vaivenes constantes y de dolor, de mucho dolor. De goleadas difíciles de encajar, de enfados difíciles de aliviar y de frustraciones difíciles de reconducir.
El Deportivo no ha dado la talla y la responsabilidad es coral, empezando por el presidente, siguiendo por los consejeros y la maltrecha dirección deportiva y acabando por los tres entrenadores, sus cuerpos técnicos y la larga nómina de futbolistas alineados en una campaña deprimente a todos los niveles. No se trata ahora de sacar la guillotina y comenzar a cortar cabezas a diestro y siniestro, sino de asumir el fracaso y, sobre todo, afrontar la ardua tarea de recuperar a una afición desgastada por la distancia entre lo que ha sido este club cada fin de semana y lo que la grada quiere que sea. Al Dépor le toca reconquistar a su gente, la que siente esta camiseta como propia y seguirá respondiendo por este escudo allá donde luzca en el pecho de los jugadores, sin importar el dónde, el cuándo o el rival.
El recorrido de vuelta a Primera, cuya receta de orden y talento para no perderse entre la niebla de Segunda está ligada a algunos de los capítulos más emocionantes de la historia del Deportivo, no será extraño para el deportivismo, pero sí espinoso e imprevisible. Que el viaje sea corto y lastime lo menos posible. Hasta pronto.

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