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Garitano y el ensayo sobre el fútbol a ciegas

Kuitxi Pérez

"Vamos todos un poquito a ciegas". Cita de Gaizka Garitano con la que mi compañero Asís Martín da comienzo a su crónica del Athletic Club - Atlético de Madrid. Primer partido de esos once que le faltaban a la liga cuando el 'contagio' se puso serio y la cruda realidad mandó a parar. "Ensayo sobre la ceguera" tituló José Saramago esa novela suya en la que una ceguera contagiosa provoca, de manera vertiginosa, un pánico masivo en una urbe sin nombre ni fronteras. 'Contagio', adaptación al cine de la obra del maestro de Azinhaga. La ceguera física como metáfora de una humanidad desnortada a la que un ser humano también ciego pretende guiar.

"A ciegas". Pero sólo "un poquito". Había llegado el momento de, luego de tres meses a oscuras, en los que la muerte se había despachado a gusto, comprobar cuál de los dos equipos en litigio era más hábil a la hora de 'jugar de memoria'. Visualizar a cuál de los dos equipos mostraba más querencia así el bastón que tantea el terreno que se pisa como el balón lazarillo que guía a los futbolistas camino de la meta ajena. Porque poco más de un mes, plazo ajustado, había sido el tiempo 'recetado' para recuperar sensaciones.

Y resultó que, parpadeando el partido, sobre el verde de un San Mames cegado de miradas, Garitano, para su alivio, verificó aquello de que en el país del "todos un poquito a ciegas" el Athletic se alzaba sobre su rival porque siempre estará en ventaja el 'tuerto' sobre el que nada ve. Un escenario tan ventajoso como sorprendente.

El Atlético de Madrid, esa 'bestia negra' que, guiada por Simeone, le arrancara en Bucarest los ojos a 'la golondrina' de Marcelo Bielsa, por el simple hecho de una posesión bien ordenada, estaba probando de su propia medicina. Ver para creer.

Así anotaba Iker Muniain el gol ante Oblak en San Mamés (Foto: Athletic Club).


Esa táctica, esa técnica, esa estrategia, y, en especial, esa  forma de defender que para el 'radiofonico'  'Goiko' merecía ser elevada a los altares, todos y cada uno de estos aspectos estaba siendo capaz el Athletic de reducirlos a cenizas. Manejando el balón. Tratándolo con respeto. Minimizando las pérdidas. Imponiéndose en las disputas. Atento a las segundas jugadas. Atrayendo para sí los balones divididos.

El 'Minotauro' colchonero ya no campaba a sus anchas. Y aunque los sonidos del silencio lo eran, era Catedral San Mames, por fin, y no Laberinto. Lo de disfrazarse de toro para 'llevarse a la cama a Europa' le sirvió al 'Cholo' en Anfield. El 'rojo' lo excitaba; los leones, en cambio, le daban 'pal pelo'. ¿Cómo era posible?

El secreto, al parecer, estaba en la "gasolina". Una palabra que se repite en crónicas, articulos y valoraciones. "Hasta que le duró la gasolina". Ahí reside la clave del partido del Athletic para Asís Martín. Mientras el depósito estaba lleno, o medio lleno, la 'física' de los leones impregnaba de química su juego.

Ante el pasmo de un Simeone de mirada tan triste como el futbol que ligaban sus jugadores. Y aunque Unai Simón resbaló de mala manera en su alocada salida, esa 'chance' del Atlético se quedó en nada porque Fortuna, que siendo Diosa existe, hizo sonar su cuerno de la abundancia.

Minuto de silencio en la vuelta del fútbol a San Mamés ante el Atlético de Madrid (Foto: Athletic Club).

"El fútbol es una equis". Urbano Anda dixit. Wiliams obedeció. Su larga diagonal hacia una banda izquierda infinita. De la nada surgió Yuri. El zurdo de moda que en Los Carmenes colocó al Athletic en La Cartuja. De su centro inmisericorde se apiadó un Muniain de estética endiosada. Solo le falta la corona. Y el tridente. Con el exterior de su pie derecho le bastaba. Leve ayuda del tobillo. Remate tan endiablado que ni el portentoso Oblak pudo atajar.

"Todos un poquito a ciegas". Pero el Athletic, menos. Había 'pandemia', había 'ceguera', había 'contagio'. Nadie está libre. Tampoco Yeray. O perdió la visión o una viga se le metió en los ojos. De otro modo no se entiende esa manera tan pueril de despejar un balón al corazón del gallinero en el que se había convertido el borde de un área asediada por el Atlético de inmediato al picotazo de Muniain. La podía haber mandado fuera del estadio. Peligro evitado. Fue lo suyo un despeje raso, leve, recto, presa fácil para un rival necesitado. ¡Lagarto, Lagarto! Diego Costa no perdona así que se halle al borde de la decrepitud.

Alguien había comentado: "el que marque se lleva el partido". Marcó Muniain. Marcó Costa. Pero el partido no se lo llevó nadie. El Athletic se rehizo. Y hasta con una cierta soltura continuó manejando el partido. Apoyándose en un Muniain que oficiaba de ese fútbolista que en los partidos de los entrenamientos a todo poseedor se ofrece. Llegó el descanso. No varió el guión. Los leones eran capaces de ver "un poquito más" que los colchoneros. Hasta que todo se alteró.

El capitán Iker Muniain, al remate ante los de Simeone (Foto: LaLiga).

No hubo 'contagio'. No fue cuestión de 'ceguera'. Algo físico fue, sin embargo. Que conllevó la pérdida de la 'química'. Cuando al Athletic se le acabó 'la gasolina'. Faltaba un mundo. El Atlético, con un banquillo de mucho peso, se abalanzó sobre la fiera. Sacó ésta, entonces, 'fuerzas' de su 'flaqueza'.

No merecía morir el león. Pero, cuidado, Garitano, porque el don que a este equipo durante tantos minutos lo elevó sobre al Atlético, de no asistirle en el tramo final de los partidos, de nada le valdría. Porque sin "gasolina", el equipo que por su juego es alabado tanto terminaría "ahogándose en lodo".

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