Su vida dio un vuelco a partir de ese momento. Tras un fugaz paso por el Eibar, Caparrós le reclutó para el primer equipo rojiblanco. Era enero de 2009. Y solo necesitó hasta marzo para demostrar al técnico y al resto del mundo que no se había equivocado al reconocer el talento en el gasteiztarra. Firmó un tanto crucial en la vuelta de semifinales de Copa ante el Sevilla. Un ecuentro que alumbró el nacimiento de un mito: "Toquero lehendakari!". También tuvo el honor de marcarle un tanto al Barcelona en la final. Y este domingo, sin ir más lejos, sirvió los corners que dieron origen a los dos primeros goles antes de marcar el tercero para sentenciar un triunfo que ha aupado a los leones a puestos de Champions.
Su paso a la suplencia motivado por el cambio de sistema propiciado por Marcelo Bielsa no ha apagado lo más mínimo el espíritu de sacrificio que le hizo despuntar en su irrupción en la máxima categoría. Sigue siendo una pieza importante en el equipo bilbaíno. Ni siquiera ahora, que acaba de alcanzar los cien partidos como león, se cree el sueño que está viviendo en el Athletic. "Nunca hubiera pensado llegar a estos números, ni siquiera debutar en Primera, estoy muy feliz de llegar a los 100 partidos, de celebrarlos en San Mamés, y espero hacer muchos más", celebró tras el choque liguero disputado ante el Espanyol.
La persona que mejor conoce a Toquero, su madre, le define así: "Su forma de ser en el campo es un reflejo de lo que es su vida. Es muy sacrificado, pero muchísimo. Una persona trabajadora y entregada". Ya se le veía venir desde niño. "Es activo, pero no ha sido un niño especialmente guerrero, todo lo contrario, siempre ha sido un chaval muy sensato, trabajador y que para nada se siente protagonista. Lo que se ve en el campo, es muy transparente", insiste Amelia, que siempre tuvo clara una cosa: "Jamás dijo lo que quería ser de mayor, pero lo que estaba claro es que a todo lo que le gustaba le ponía el alma, la vida y el corazón".