Las conservas caseras son un buen método para aprovechar y almacenar los alimentos de temporada durante el resto del año, siempre y cuando el proceso de elaboración se haga de forma segura.
Y es que, el principal riesgo para la salud que presentan las conservas caseras es el botulismo, una enfermedad poco habitual, pero grave, que se produce tras el consumo de alimentos contaminados por la bacteria Clostridium botulinum.
Teniendo en cuenta que la presencia de dichas toxinas no se aprecia a simple vista, pues no provoca cambios en la textura, color u olor de los alimentos en conserva, la Agencia Española Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) detalla los pasos a seguir para hacer correctamente conservas en los hogares.
Antes de comenzar a elaborar la conserva propiamente dicha, es importante lavar nuestras manos con agua y con jabón, así como las superficies y utensilios de trabajo que vayamos a utilizar.
Respecto a los envases, que lo más adecuado es que sean de cristal o de acero inoxidable, se deben esterilizar. ¿Cómo? Cubriendo de agua tanto el tarro como la tapa, poniéndolos a hervir durante 15 minutos y dejándolos escurrir hasta que estén completamente secos.
A la hora de almacenarlos, la AESAN recomienda etiquetarlos con el nombre del producto y con la fecha de elaboración para consumirlos antes de que pase el año.
En el momento de consumir las conservas caseras, y para evitar contraer el botulismo, revisa que el tarro esté en un estado perfecto, es decir, que no gotee, no presente un olor sospechoso o que se abra con facilidad.
Además, antes de ingerirlo, la AESAN recomienda calentarla a 80 ºC durante diez minutos para eliminar cualquier toxina que pudiera albergar en su interior. Una vez abierta, si aún queda alimento, conserva el tarro en el frigorífico.