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La Copa del Unicaja: un núcleo duro y una identidad

Los jugadores del Unicaja celebran con la afición.

Se terminó la Copa del Rey 2020 y es buen momento para sacar conclusiones. Una edición en la que Málaga volvió a resaltar por su capacidad organizativa y en la que el Unicaja volvió a colarse entre la aristocracia del baloncesto español. Hay que contextualizar el subcampeonato. Es la novena final en la historia del equipo malagueño y la tercera del torneo copero. Hace más de una década se jugó la última en Madrid. Bien es cierto que queda un regusto amargo por el rodillo del conjunto de Pablo Laso, en una puesta en escena imponente, pero hay que mirar con las luces largas.

Los de Luis Casimiro respondieron a las expectativas y superaron un camino con menos piedras, pero de gran complejidad. Puso en la pista dos versiones sólidas, estuvo superlativo frente al Morabanc Andorra, y sólo un ciclón le apartó del título. La Copa es el primer punto culminante de la temporada y las conclusiones son positivas. Queda una enseñanza y es que hay uno o varios peldaños con los equipos de fútbol. No es sencillo, pero hay puntos de mejora para acortar esa distancia, que hoy es significante.

Es buen punto de partida para lo que de verdad importa, la Eurocup. Ahí está la vía hacia la Euroliga, que debe ser el objetivo prioritario. Ello implica un paso adelante en todos los aspectos, que se dio hace un par de años en su mayoría, pero un club de este calado sólo tiene que aspirar a estar con la élite del baloncesto europeo. Ir encadenando ausencias sólo va a estirar la brecha. La competitividad exhibida en la Copa es una señal y un síntoma de lo que puede ofrecer el equipo malagueño en esas eliminatorias de alta exigencia. Muchos posibles rivales también han lucido este fin de semana en sus países. En Badalona está en el tapete una victoria importante de cara al factor pista.

Un quinteto y una comunión

Tuvo un impacto nacional el quinteto con el que el Unicaja puso los pilares de la victorias frente al Casademont Zaragoza. Cinco españoles en pista, dos de ellos malagueños. Hay una apuesta decidida por el producto nacional, con el que se recupera una identidad. Es algo que no ha terminado de existir en épocas anteriores y que no es sencillo. Funciona porque ellos aseguran unos mínimos de competitividad, ahora la tarea es rodearlos de piezas que incrementen el nivel. Muchas de ellas están en la actual plantilla, como se ha visto.

Y la Copa del Rey ha evidenciado una comunión con la afición, que se muestra incondicional cuando recibe alegrías. La celebración después del pase a la final ha sido uno de los momentos del torneo. El recibimiento a la llegada al Carpena el domingo es otro buen síntoma. Es una máxima para el desarrollo del club y un asunto que se debe cuidar. Hay muchos pilares puestos para poder volver a construir un equipo que pueda aspirar a cotas altas. La Copa ha mandado un mensaje.

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