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Esos viejos -y “románticos”- balones de fútbol


Aunque oficialmente el primer mundial de fútbol de la historia se celebró en Uruguay, en el año 1930, existían torneos mundiales más o menos oficiosos con anterioridad. Además de en los juegos olímpicos, donde debutó en París en 1900 como deporte de demostración, en el año 1909 se celebró una especie de copa del mundo en Turín, aunque no entre selecciones, sino entre clubes representativos de cada país.
Pocos documentos nos han quedado de los balones que se utilizaron, pero con seguridad eran muy parecidos entre ellos. De hecho, el esférico prácticamente no había modificado en su composición desde aquel primer y mítico partido internacional que disputaron Inglaterra y Escocia en 1872, y que consistía básicamente en la mejor tecnología de la época: una vejiga con aire, hinchada hasta mantener una buena presión, revestida con gajos de cuero que iban cosidos a mano.
 
La característica más peculiar, y que resalta a la vista, de estas primeras pelotas, es el cosido evidente (llamado “tiento”) que presentan por el exterior, necesario para fijar en condiciones el cuero (para atarlo, como si fuera un zapato) y encerrar la vejiga con aire. Este tiento estaba hecho de cuero, y es el motivo por el que en muchas fotos antiguas vemos a los futbolistas jugando con boina. Por la acción del sol, el calor y la humedad, esa zona se afilaba, llegando a cortar como una cuchilla. Las boinas no eran por moda o costumbre, sino por protección a la hora de cabecear el esférico.   
La primera imagen presenta los dos balones que se utilizaron en la primera final de la historia. En ella, los equipos de Argentina y la anfitriona, Uruguay, no llegaron a un acuerdo sobre qué tipo de esférico usar, por lo que se decidió que en cada parte del encuentro habría uno, extraídos de un modelo argentino y uruguayo. Ya desde entonces se veía la importancia del esférico en el desarrollo del juego, y más, si cabe, en aquella época. Como puede apreciarse en la imagen, y a pesar del evidente paso del tiempo, queda claro que la esfericidad no es ni mucho menos perfecta, lo que, unido al cosido o tiento, hacía que su bote fuera irregular e impredecible.
En el mundial de Italia 1934 la tecnología tuvo un avance importante. Las 12 pelotas que se utilizaron (llamadas “Ferale”) fueron compradas a la empresa argentina “Tossolini, Valbonesi, Polo & Cía”, propietaria de una patente mejorada. Después de innumerables pruebas, en 1931 consiguieron eliminar el tiento de cuero, haciendo invisible la boca, y dándole una mayor redondez.
Otro avance importante se consiguió en Francia 1938, donde por primera vez se consiguió una vejiga hinchable a través de una válvula, con lo que no hacía falta descoser la pelota para inflarla. Además, en vez de los 12 gajos de cuero con los que estaban hechos los anteriores, éste contaba con 13, al dividirse el gajo central en dos que iban cosidos entre sí.
Tras de una pausa de más de una década, debido a la de la II guerra mundial, el campeonato se reanudó en Brasil 1950. Para entonces la tecnología había evolucionado bastante, dándonos el “Allen Super Duplo T”, un balón que se podía inflar con una boquilla a la que se añadía una válvula, exactamente como los actuales, y que eliminaba definitivamente el cosido. Su apariencia, además, se puede designar como histórica, ya que, como se ve en la imagen, es la que poseen una gran cantidad de equipos de fútbol en sus respectivos escudos. Además, en vez de cuero se utilizó el caucho.

La semana que viene, si te apetece, contamos más.

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