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Cuarentena sin fútbol, Día 24: Martes Santo, Candelaria, no hay palabras

Martes Santo en Sevilla.
Jefe de Ediciones de ElDesmarque.

Llegó el Día. Llegó. Y se irá con tristeza. Con mucha pena. Con dolor. Pero también con ilusión. Este Martes Santo no ha sido mi Martes Santo. No es el Martes Santo que muchos sevillanos esperaban. Pero es el que ha tocado y hay que afrontarlo de la mejor manera. Ya queda menos para el próximo. El tiempo pasa pronto.

Pero hoy es un día de muchas lágrimas y no sólo por conocer que los muertos por el maldito coronavirus han aumentado. El Martes Santo es el Martes Santo. No es un martes cualquiera. Es el MARTES. El día que parte de mi familia saborea como pocos. Como propio. Es suyo. Es nuestro. Y de todos a la vez. Día, repito, de lágrimas. De recuerdos y de vellos de punta. También de prisas, de correr y correr. Y de un almuerzo y una cena (casi casi desayuno) que tienen su historia.

Porque el Martes Santo es historia. La Candelaria es historia. De padres a hijos, de abuelos a nietos. De túnica blanca, aunque luego acabe un poco negra. De capirote, de monaguillos, de traje de chaqueta. De medallas, de caramelos. De canastos y varas. De cirios. De tramos, de cruz de guía. Y gente querida muy cerca. San Nicolás espera. Sevilla te espera. Da igual la hora, un recorrido de ida o de vuelta, un cambio en la carrera oficial, un camino más corto para evitar la lluvia. Este año hubiera valido todo por ver a Nuestro Padre Jesús de la Salud y a María Santísima de la Candelaria en la calle.

Ya estamos en la calle, yo siento que hay este año otra estación de penitencia. Cada uno en su casa, hay penitencia. Poco a poco llegamos a La Alfalfa. Seguro que los queridos hermanos de San Benito van este año más rápidos. No habrá parón en Cuna. Y la Carrera Oficial ya está ahí. Cirios encendidos y otra vez me quemo. No fallo. Mi mujer estará ya con los niños por fuera, digo yo que un año llegarán conmigo hasta el final. Tiempo tienen. Con la ayuda de mi suegra Loli y de mi cuñada Reyes, porque Marta estará en China. O de celadora.

Mi suegro Félix va delante. Roca tiene cuatro letras pero es historia del Martes Santo. No tengo líneas aquí para nombrar a todos, mayores y pequeños. El paso por los palcos, estamos en la Catedral. Yo no tengo ya caramelos ni me salgo del tramo para ir al servicio. Aguanto mi cirio y el de varios más. La vuelta siempre es larga, pero ilusionante. Cada año se hace más rápida. Y se agradece. San Fernando ya no está vacía. Mi estómago sí lo está, seguro que pronto me traerá mi mujer algo de picar. Seguro que sí. Bueno, aguanto hasta llegar a la Iglesia. Un poco de agua sí viene bien, ahora me tiene que encontrar.

Me encuentra, como encontramos cada noche más bellos esos Jardines. El empedrado es liso, el olorcito de los bares... "¿Gabi, nos paramos?", me desliza un conocido familiar de broma. Ya queda poco, el último tirón. Se escuchan las bandas, hay hermanos cansados, casi apoyados en el cirio. Para arriba, que eso está muy feo. Hay que dar ejemplo. Tu tramo roza la Iglesia, entra y llegan los besos y abrazos. Cirio apagado, capirote fuera, espera mi gente dentro. Los niños dormidos. ¡Jajaja! Imposible. Aguantan ahí y ahora sí como algo. Toca esperar la entrada de los pasos, da igual la hora. Da igual. Javi, Alfonso, ElDesmarque candelario. Entran los pasos, música, lloros, aplausos. El Martes Santo ya es Miércoles. Ya queda menos para el año que viene. Mientras, por un tiempo, sueñen con su día grande, pero háganlo en casa. Por favor.

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