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El escudo cosido en la camiseta

Así eran los escudos que nos bordaban. (Foto: Todocolección)
David Torres

Ahora que nadie me llama a las tertulias para preguntarme si el Valencia CF es candidato al título, y aprovechando que este domingo que se celebran los 37 años del título de la Supercopa, el primero del que tengo alguna noción, es momento de sentarse tranquilo cara al portátil y reflexionar sobre si somos ecuánimes al calibrar la exigencia de nuestro Valencia después de la derrota en Ipurúa ante el Eibar. Vaya por delante que, siempre que me preguntaron las semanas anteriores mi respuesta fue clara: El Valencia no era candidato al título en ningún caso aunque matizaba que, sólo si llegaba en condiciones similares a las diez últimas jornadas. 

Lo anterior era lo extraordinario. El arranque fulgurante e invicto era lo que estaba fuera de lo corriente. Que el Valencia haya perdido dos partidos de los dieciséis que ha disputado en Liga no sólo no es normal, es un registro propio de un equipo que está realizando un temporadón. Rasgarse las vestiduras porque el Eibar te ganó un partido en el 86' o porque el equipo no venció con brillantez al Celta, sufrió en Getafe o ante el Barça es tener la memoria tan corta como para no recordar de dónde venía este Valencia y el cambio radical que se ha operado en las esperanzas y las expectativas de los valencianistas en apenas unos meses.    
Como títulos no se ganan todos los días, me apetece saborear aquella Supercopa del 80, el mejor regalo de Navidad que pudo tener el Valencia. De aquel título recuerdo poco. De aquella época, algo más. Las aceras de Blasco Ibáñez en forma de gajos, las ropas ochenteras con los jerseis de rombos, la pana, los pantalones acampanados y la camiseta de algodón blanca sobre la que mi madre me cosió un escudo del Valencia. El ribete de fieltro era rojo en algunos casos, verde en otros y azul en la mayoría y se cosía a mano sobre camisetas blancas de cualquier origen. No es como ahora. Lo de las marcas era secundario. A medida que te hacías mayor tocaba camiseta nueva, ir a la mercería y nuevo escudo. Mi madre las frecuentaba porque no había pantalón que un servidor no rompiera y no tuviera que llevar con rodilleras

Saura y Calderón

De esa Supercopa también me acuerdo de Saura, al que conocí y entrevisté ya de más mayor, y al que su humildad le habría hecho rechinar los dientes si hoy alguien estuviera cuestionando al Valencia de Marcelino. Porque, no sé tú, pero un servidor antes de comenzar el campeonato habría firmado entrar en la Europa League. Cierto es que ahora, y vistas las prestaciones del equipo, creo que el puesto al que aspira el Valencia es clasificarse para la Champions League. ¿Más allá? Sueños de grandeza. Aunque claro, como ya escribió hace algunos siglos Calderón de la Barca:
"¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son."    
Y si no, que le hablen de sueños a Ferran Torres, que debutó con 17 añitos en Liga. Feliz semana. 
David Torres
Delegado ElDesmarque Valencia

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