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Miedo a la sensación de fracaso


Ha pasado más de una vuelta y el Betis mantiene sus pies en la zona europea. Está quinto, nada menos, a un punto de la zona Champions. ¿Cuándo, si no ahora, va a hablarse de Europa?, se preguntan muchos.
Desde la entidad todos lanzan el mismo mensaje: el objetivo era la permanencia y por ahora no deben mirarse metas más altas. Esto responde, sencillamente, a una cuestión de sensaciones. De este modo, salvarse es ya un éxito; de lo contrario, si el equipo no accede a competición continental, muchos aficionados acabarían achacándoles a los dirigentes que lancen las campanas al vuelo demasiado pronto, que se atrevan a vender humo con un plantel tan limitado.
En este sentido, hay que entender a quienes confeccionan y proyectan el discurso del club de Heliópolis.
No obstante, entiendo que el mensaje hacia el vestuario pueda ser otro distinto, opuesto en cierto sentido. Por supuesto, no es conveniente mirar más allá del siguiente partido; al fin y al cabo, el éxito final lo da o lo quita la forma en que el camino es recorrido. Pero el grupo tiene en sus manos aspirar a algo impensable hace unos meses y lo natural es que en estas circunstancias predomine la ambición del deportista. Pepe Mel, además, es de mentalidad grande en este aspecto.
Claro que Europa es ahora mismo el objetivo. Pero si actualmente, pese a que el club envía una y otra vez señales de prudencia, hay algo de recelo por el bajón del Betis, un equipo que pese a estar diseñado para mantenerse supera todas las expectativas y lucha en la parte alta, no hay que olvidarlo nunca, imaginen qué ocurriría si Miguel Guillén se deja ir y en cada comparecencia promete que van a competir hasta el final por los puestos europeos, si luego el equipo no responde con resultados.
Lo importante es que el grado de ambición sea máximo de puertas para adentro. Hay miedo a la sensación de fracaso, y de ahí que la fórmula moderna para la mayoría de clubes sea moverse con aparente responsabilidad.
 

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