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Roque, el jarrón y los detalles

Ismael Touat


Cuando vas a tres Mundiales, ganas una Champions, juegas en equipos de máxima élite mundial y eres el mejor futbolista que ha parido un país resulta hasta lógico que llegado a cierto punto de tu trayectoria no tengas nada que demostrar e incluso, si puedes y el partido lo permite, te ahorres un par de sprints. Esto ocurre a menudo, como habitual es que el fútbol esté plagado de jugadores sin curriculum alguno que con frecuencia vagan por los campos como si tuvieran la vitrina a reventar. La hoja de servicios mencionada al comienzo de este texto pertecene a Roque Santa Cruz, un tipo de 34 años que da sus últimos coletazos. Por eso resulta emocionante que, aun con su edad, tieso físicamente y con el fallo de un gol cantado retumbando en su cabeza, cuando ya tiene poco o nada que demostrar porque lo hizo casi todo en el fútbol, no haga otra cosa que dar lecciones de honestidad matándose a carreras en el Estadio de Gran Canaria. Por eso celebré especialmente su gol, porque lo merecía. Ich Roque, en definitiva.
Minutos después del encuentro se confirmó que necesitaba ese gol como el comer. La cara de alivio del paraguayo ante las cámaras de la Liga era la del niño que con sus trastadas ha roto un jarrón, ha recibido la bronca del siglo y ha hecho penitencia reconstruyéndolo a base de loctite, fixo y buenas intenciones. "Gracias a Dios tuve otra oportunidad y arreglé la que no metí antes", dijo. Ninguna excusa en Santa Cruz, consciente de que había errado. Si limpio es su fútbol, también lo es su discurso. Un discurso transparente alguien que todavía quiere ser importante, compertir y aportar aunque sepa bien que el crepúsculo ya empezó para él.
Financieramente el paso por Roque por México vino bien tanto al club como al jugador. Sentimental y futbolísticamente fue una pérdida y una oportunidad no aprovechada porque Santa Cruz se encontraba en un momento notable, en el mejor desde la primera vez que fichó por el Málaga allá por agosto de 2012. Once meses después de su marcha al Cruz Azul no parece cercana esa excelencia, aunque aún le da para bajar con el pecho hasta un meteorito o poner a Cop delante del portero rival con un delicioso pase con el exterior. Complicado es que a estas alturas veamos 90 minutos completos de fútbol de Roque, un jugador invisible para las estadísticas, pero siempre presente para el que sepa apreciar detalles y matices. "Todo el mundo grita mi nombre, es porque soy muy guapo, hombre. A lo mejor soy un goleador. ¿O no tiene nada que ver, señor?". Seguiremos cantándolo.

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