¡Bienvenido, Pacheta!

José Rojo, Pacheta, es el entrenador que necesitaba y necesita este Real Valladolid. Eso lo tengo claro desde antes de su llegada al Estadio José Zorrilla. El burgalés es un perfil que tiene todo aquello que pide la actual dinámica y situación pucelana. Pacheta, el actual Pacheta y sólo ese, es la mejor receta para el mundo blanquivioleta.

Más allá de resultados, a estas alturas de la temporada, lo principal y capital son las sensaciones, la confianza y la credibilidad y el equipo las está generando y recuperando desde la figura y el convencimiento de su entrenador. Pacheta llegó a Zorrilla con un estilo y una forma de convencer que, por fases, no estaba surtiendo efecto. El equipo tenía desconexiones y fallos impropios de un equipo seguro y fiable desde el modelo y convencimiento del entrenador.

Todo necesitaba su adaptación y, poco a poco, el Real Valladolid y Pacheta lo están demostrando conseguir. Ambos se están conociendo y cada uno, en sus objetivos, parece estar acercándose a lo que se esperaba de él. En contextos del entrenador burgalés, Pacheta se está acercando a ese perfil de entrenador por el que se le conocía y que tanto pedía Zorrilla.

Al preparador pucelano se le ve más cómodo y lo está porque ve más cerca el gran objetivo que se marcó para la temporada. "La afición estará orgullosa aunque no ganemos", aseguró en varias ocasiones sabiendo que el proceso hasta ese punto no sería fácil pero que, poco a poco, lo conseguiría.

Señalando un objetivo ambicioso y complejo, la realidad del Real Valladolid se va tornando en una pequeña realidad al ver, por fin, a ese perfil del entrenador que se ganó la aprobación de todos al llegar al Estadio José Zorrilla.

Ese Pacheta seguro y fiable que convencía a todos ha tardado más de lo esperado en llegar al mundo blanquivioleta, pero tras tres derrotas consecutivas, el equipo tocó fondo y salió de él por el convencimiento que el burgalés sí tuvo en ese momento. Empezando de cero, Pacheta se ha hecho el líder y ha conseguido convencer y presentarse, por fin, en Zorrilla. ¡Bienvenido, Pacheta!