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Viberti es eterno


Con frecuencia se oye aquello de que "el club está por encima de las personas". Admitiendo un matiz de verdad, discrepo. Si un club, como toda sociedad, está vivo es por las personas. Un club sin sustrato humano está desalmado. Los valores, las tradiciones, los sentimientos y las costumbres vienen de décadas atrás, pero no de entes abstractos, sino de personas. 
El fútbol tiene un componente irracional, pero está enraizado en la sociedad, en su depósito colectivo, es difícil disociarlo de su entorno. Con sus miserias y sus abusos, construye a su forma la historia de cada barrio, de cada ciudad. Ha muerto Sebastián Humberto Viberti, cordobés de Argentina, emblema del fútbol malagueño. En días en los que se cuestiona todo por su procedencia, donde el origen de una persona es objeto de comercio, se recuerda que un argentino que llegó a Málaga con 25 años es la mayor leyenda de este deporte en clave blanquiazul. 
Por edad no pude ver jugar a Viberti. Uno lo contempla ahora en esas míticas fotos en blanco y negro con ese porte y esa planta, esa melena, con ese número cinco tan sagrado en el balompié argentino y se lo imagina mandando en el campo, sin que nada ocurriera sin su consentimiento, repartiendo juego, tirando faltas, ordenando al árbitro. Y bien mirado por las señoras. 
De Viberti hablan con devoción infantil, como de ninguna otra, gente con mucho callo en el mundo del fútbol. De él he oído historias en torno a una mesa en Pedregalejo o en un bar del centro de madrugada, de manera improvisada salía su nombre y brotaban historias. Desde aquella vez que un árbitro le dio la mano tras meter un golazo de falta a los celos que su figura provocaban en Marcel Domingo pasando por el "Viberti, Viberti" cantado en La Rosaleda tras su primera media hora de blanquiazul. Probablemente el tiempo, vivir una época tan documentada como la nuestra, haya engrandecido su figura. Quizá se habla de él como en 40 años se hará de Isco. Se ha ido físicamente, seguramente con la pena de no haber trabajado más tiempo para el Málaga, pero su persona, su humanidad, es eterna e imborrable. Descanse en paz.

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