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Es Noticia

Cuidado con el árbol

Jorge Oto

No seré yo quien contradiga la opinión unánime del zaragocismo acerca del maltrato al que el colectivo arbitral viene sometiendo al equipo aragonés en el momento clave de la temporada. Dos nefastas actuaciones en Soria y en La Romareda frente al Nástic han contribuido a condenar a los blanquillos y a su parroquia a prolongar la insoportable agonía que supone la Segunda División. Salvo milagro, no habrá gloria por el camino más corto y el Zaragoza deberá emplearse a fondo para aferrarse a la promoción y, con ella, mantener vivo el sueño.

 
Ahora, aun subrayando el maltrato arbitral y sus consecuencias, convendría que el Real Zaragoza, como club y como equipo, dejara de mirarse al ombligo. Ni se hizo todo bien el domingo ni el árbitro fue el único culpable de una derrota que jamás debió producirse y que los de Carreras no merecieron. Pero un solo tiro a puerta en casi 100 minutos es demasiado pobre bagaje y más en una cita tan decisiva. Sabido es el inexistente poderío ofensivo de un equipo cojo de delanteros desde el verano, un mal al que nadie puso remedio tampoco en invierno. Tampoco apruebo la gestión que el técnico está ejerciendo de los dos delanteros que tiene.
Personalmente, creo que las características de Dongou se ajustan mejor a las del equipo, pero Carreras decidió apartarlo de la titularidad sin el que el camerunés hubiera hecho demérito alguno. La sensación es que toda la implacabilidad que se viene aplicando al juzgar al chico se convierte en condescendencia para analizar la aportación del canario.
Tampoco la segunda línea ayuda. Solo Lanzarote lo hace. Hinestroza lleva unas semanas desaparecido, de Pedro nunca se supo y las llegadas de Ros o Dorca son contadas. Al cabo, el mismo defecto de siempre: esa endeblez ofensiva que afloró otra vez ante el Nástic y que Carreras debe camuflar como sea de cara a las tres últimas citas del curso.
Por eso, en lugar de empeñarse en mirarse al ombligo, conviene hacer autocrítica. Los árbitros están castigando al Zaragoza, sí, pero no deben ser los únicos en ser señalados. Si continúa el empeño en mirar hacia abajo, existe el serio peligro de caer de bruces por chocar contra uno de esos árboles que no nos permiten ver el bosque.

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