Consummatum est
Se acabó. Se había acabado hacía tiempo, pero la esperanza matemática se convirtió en ese clavo ardiendo al que agarrarse cuando todo parece más que imposible. Se consumó un descenso anunciado desde hace meses, la confirmación de una concatenación de decisiones erróneas, algunas sin sentido, que acaban sentenciando a la entidad bética y, sobre todo, a su afición, a peregrinar por la categoría de plata del fútbol español.
No cuento con que muchos entonen el 'mea culpa'. Menos aún, a la vista de la rueda de prensa de Domínguez Platas, que haya dimisiones. Pero espero que al menos se haya aprendido de lo sufrido en esta temporada, que no se repitan fichajes incomprensibles (¿Braian? ¿Jordi? ¿Dídac?) ni dispendios inexplicables (¿Leo?).
Espero que si se vuelve a lesionar el delantero estrella del equipo en pretemporada y va a perderse varios meses de competición, se fiche adecuadamente. Espero que si el equipo no tiene portero, porque no lo tuvo hasta la llegada de Adán, la dirección deportiva actúe en consecuencia. Espero que la responsabilidad recaiga sobre quien debe recaer, y no tome decisiones deportivas quien no debe tomar más que las económicas. Espero que no se eche al que no se debe echar, que no se traiga al que no se debe traer... y que el último cartucho no sea alguien sin experiencia al máximo nivel.
Pero algo me dice que eso es mucho esperar. Pónganse las pilas. Tienen mucho trabajo por delante. Han padecido tanta dejadez, que hasta la afición se ha hartado. La paciencia brilla por su ausencia. La ilusión no existe. El beticismo está ahora desierto de líderes e ilusiones. Nadie en el consejo tiene capacidad real para tomar las riendas del proyecto. No hay dirección deportiva. Ni siquiera se aprecian líderes en el vestuario que den un paso al frente.
Solo un último dato: el día en el que la afición tenía que clamar contra todo y contra todos, solo asistió al Benito Villamarín la mitad de los abonados. ¿Qué van a hacer en el Betis para recuperar a la otra mitad?
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