Es Noticia

Paquito de antidisturbios y la torta a Venables

Paquito, protagonista de una de las anécdotas (Foto cedida por Mariano Pozo).
Javier Souviron

En los años setenta iba al fútbol con mi padre y me sentaba en la grada con un tío mío mayor. Allí vivíamos al Málaga de esa época: los Goicoechea, Cabral, Fleitas, Benítez y al cántico de “¡Viberti, Viberti!”. Lo que más me sorprendía era el compañero de grada que cada domingo nunca faltaba, aquel hombre delgado, ‘poca cosa’, como solemos decir por aquí, vestido de chaqueta y pantalón negro y que, sentado con su transistor, esperaba los comienzos de los partidos. Cuando comenzaban, aquel hombre se transformaba en un apasionado hincha y comenzaba a insultar al árbitro desde el inicio hasta el final del partido. Sólo paraba en el descanso, cuando se comía su bocadillo de sardinas en aceite.

Trabajando ya en el Málaga de masajista conocí a algún que otro “aficionado” cuyo único sentido era el insulto. Recuerdo un personaje muy conocido en Málaga, que tenía la facilidad de entrar en el estadio siempre llevando el material del equipo rival. Y cuando comenzaba el partido se colocaba encima de la salida de vestuarios e insultaba al equipo rival, que lo había invitado a entrar, o al árbitro con su insulto estrella: 'medio polvo'.

Recuerdo un personaje muy conocido en Málaga que se colaba en el campo con ropa del rival y cuyo insulto estrella al árbitro era 'medio polvo'

Las experiencias vividas, afortunadamente para mí, no han llegado a ser como las que escuchaba de mis jugadores cuando jugaban en esos campos de Tercera o juveniles, donde los golpes y pedradas eran tangibles. Yo he vivido algunos episodios que ahora son anecdóticos, pero que fueron auténtica presión en su día.

Recuerdo el campo del Talavera, resultado de empate, y como despedida en aquel pasillo que formaba el camino de vestuarios se lió una batalla campal. Jugadores, periodistas y directivos recibieron la violencia de unos aficionados y jugadores rivales. O el campo del AEK de Atenas, cuya entrada estaba en una calle sin salida, y donde cientos de personas nos gritaban, menos mal que en griego. Durante el partido nos cayeron al doctor y a mí pulseras, mecheros, botellas, cohetes…

Pero me gustaría contaros dos anécdotas de quizás los momentos más difíciles que vivimos. Una del año del ‘SúperMalaga’ de Segunda con Juanito, Esteban, Ruiz...  Aquella tarde nos jugábamos mucho en Tenerife. El día era lluvioso y el partido se había torcido. El Tenerife empujaba, a ellos sólo les valía la victoria para no descender a Segunda B. Íbamos perdiendo aquel partido, y faltando pocos minutos Clemente Villaverde despejó un balón desde el centro del campo que acabó entrando en la portería del Tenerife. En la siguiente jugada marcamos el 1-2. Imaginaros cómo se puso la afición. El míster acabó cambiando a Paquito, delantero centro, y éste tuvo la ocurrencia de imitar a Juanito con el dedo hacia abajo.

Con ese hecho consiguió que todo un público enloquecido, que la semana anterior había pegado a su propio entrenador, se amontonara en la única puerta de salida del vestuario pidiendo su cabeza. Todo el equipo estábamos encerrados en aquella habitación, que era un vestuario vetusto, pero sobre todo el único refugio que teníamos ante la masa enfurecida. La policía intentó llevarse detenido a nuestro jugador. Hasta que actuó nuestro delegado exigiendo protección al futbolista y al equipo. Solución: Paquito salió del vestuario vestido de policía antidisturbios y el resto de jugadores en furgones de policía mientras Pepillo Zambrana y yo nos fumábamos casi un paquete de tabaco. A las tres horas salimos de allí.

Pero quizás el momento más gracioso que he vivido por el final que tuvo fue en el campo del Leeds United. Salimos a atender a Gerardo por un pisotón en la cabeza en un partido que llevábamos encarrilado. Cuando Juan Carlos Pérez Frías y yo volvíamos al banquillo caminando por la banda un hooligan saltó al campo y vino directo hacia nosotros. Yo miré a Juan y le dije: "O a ti o mí nos cae la torta". Pero me equivoqué porque justo delante nuestra se la llevó Terry Venables, el entrenador del Leeds.

La pasión en el fútbol, por desgracia, se ha convertido en violencia en muchos campos. Pasamos de los fosos a las vallas. Lo peor es que hoy en día esta violencia se ve donde nunca se debería de dar, en los campos de cantera.

Javier Souviron, atendiendo a Sandro en su etapa de masajista del Málaga.

Javier Souviron fue masajista del Málaga durante casi tres décadas. Actualmente, aparte de su vinculación profesional activa al ciclismo y su pasión por la literatura y la fotografía, es enfermero en el Hospital de la Axarquía. Ahora comparte sus vivencias desde dentro en el blog de ElDesmarque 'El niño que soñó pisar La Rosaleda'.

Otros artículos de Javier Souviron

- La soledad del entrenador

- Atocha y aquel cambio de Juanito.

- Joaquín Peiró, el señor de los banquillos.

- Paco Cañete, un amante de la vida.

Escribir comentario 0 comentarios
Deja una respuesta
Su comentario se ha enviado correctamente.
Su comentario no se ha podido enviar. Por favor, revise los campos.

Cancelar