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Es Noticia

La soledad del entrenador de fútbol

Luis Costa, sin segundo entrenador, en el antiguo Sarriá.
Javier Souviron

Ayer me detuve viendo un póster del Málaga reciente. En él me llamaron la atención algunas cosas muy diferentes a otras épocas. Lo primero, el perfecto orden de todos los miembros de la fotografía, nadie tenía una mano fuera del sitio, los balones correctos, el escudo en su sitio.... En otras épocas aparecía Manolo el ‘Dormío’ en una esquina, un jugador medio sentado, otro sobre un balón… Pero ahora es puro marketing y estrategia.

Lo que me llama la atención es algo muy diferente. El cuerpo técnico hoy en día, empiezas a repasar la fotografía, y a veces salen casi más del cuerpo técnico que de jugadores. Hoy en día los equipos se componen de un grupo técnico tan amplio que hasta que llegan a acuerdos para firmar o cancelar pasan semanas.

Hoy en día los equipos se componen de un grupo técnico tan amplio que hasta que llegan a acuerdos para firmar o cancelar pasan semanas

En otra época he conocido a todo tipo de entrenadores, entrenadores que eran muy difíciles de acceder a ellos porque desconfiaban de todo y de todos. Y otros eran todo lo contrario, que disfrutaban de tomarse un rico café que nos preparaba Miguel Zambrana, y allí Don Joaquín se tomaba su café con su gente, masajistas, utilleros... Otros han llegado, han hecho regalos: relojes, zapatos a los jugadores... y el utillero y yo nos hemos quedado mirando. Algunos había que vigilarlos más a ellos que a los jugadores, otros disfrutaban tanto por el club y su pasión, que no dudaban en coger una manguera y regar las porterías para hacer un buen entrenamiento. Antonio Benítez disfrutaba con sentarse junto a Pepillo Zambrana; su Migueli, compañero inseparable, y este que escribe, y en muchas concentraciones arreglábamos el fútbol jugando al dominó.

Antonio Benítez, antes de un partido en Barcelona.

Algunos entrenadores llegaron en olor de multitudes, grandes ruedas de prensa. Mediáticos. Otros con anécdota incluida, como el bueno de Waldo Ramos. Coincidimos con el Mollerusa en Viella, de pretemporada, y el saludo con el entrenador rival fue el siguiente: “Vaya amigo Juanjo, yo que firmé estando el Málaga en Primera, y mira dónde empiezo, en Segunda”. Y Juanjo Díaz (q.e.p.d.) le respondió: “Peor yo, que te envié a Segunda con el Español, y aquí en Segunda B voy a empezar”.

Si las cosas iban bien todos eran fiestas, ferias, toros... Desfile por Málaga. Pero si las cosas no iban bien yo tenía que hacer de intermediario

Han sido tantos y tantos los entrenadores que de todos guardo recuerdos, buenos y menos buenos. La experiencia te enseñaba que al final todos venían a la enfermería, unos a fumar, a refugiarse, otros a escuchar, porque en el fondo si las cosas iban bien todos eran fiestas, ferias, toros... Desfile por Málaga. Pero si las cosas no iban bien yo tenía que hacer de intermediario. Por ejemplo con un entrenador que lo cesaron porque no ascendiera con el equipo. Con él tenía que ir del delegado al entrenador y del directivo al entrenador. Y así discurrían las vidas de unos señores que, cuando las cosas no funcionaban, los que no jugaban ponían velas para que durasen poco en el cargo.

He visto entrenadores muy incomprendidos por todo lo que les rodeaba: prensa, afición, jugadores, familia a veces, compañeros de profesión… Pero la vida a veces te enseña que existen buenas personas en este mundo del fútbol a pesar de todo.

Un año, un entrenador que firmaba con buen cartel y en Primera las cosas no fueron como el club quería, la situación se hizo tensa y nos enviaron como se hacía en aquellos tiempos al exilio, concentración lejos de Málaga. Aquel entrenador fue cesado en un pueblo de Girona, y esa noche, casi clandestinamente, vino un taxi a recogerlo solo. Allí estábamos despidiéndonos de él el médico Juan Carlos, Pepe Zambrana y yo, y apareció para despedirse un jugador que era toda humanidad, y con lágrimas en los ojos le dio un abrazo. Fue quizás el jugador que menos había jugado con él esa temporada, pero es quizás el que supo ponerse en la piel de la soledad del entrenador.

Javier Souviron, tras una etapa de la vuelta a Andalucía.

Javier Souviron fue masajista del Málaga durante casi tres décadas. Actualmente, aparte de su vinculación profesional activa al ciclismo y su pasión por la literatura y la fotografía, es enfermero en el Hospital de la Axarquía. Ahora comparte sus vivencias desde dentro en el blog de ElDesmarque 'El niño que soñó pisar La Rosaleda'.

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