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Un derbi de otros tiempos


Recuerdo de pequeño, hace ya mucho, mucho tiempo, cuando el fútbol era otra cosa, cuando las sociedades anónimas deportivas era un término que sonaba a chino, cuando las deudas, los concursos y los administradores judiciales era algo desconocido, cuando eso de los ultras y los radicales eran palabras ajenas al deporte, cuando el fútbol era otra cosa y más en la mente de unos niños que solo soñaban con darle patadas al balón y en contar los días para que llegara un domingo, a las cinco de la tarde, no un viernes ni un lunes, no a las diez o las once de la noche, para acudir al estadio y abrir bien los ojos y disfrutar de un espectáculo único que entonces no era tan fácil ver desde tu casa.
Recuerdo aquellos Ciudad de Sevilla, donde todo el mundo acudía sin importar los colores, mezclados en las gradas, amigos, parejas o familias, cada uno con su bufanda y Nervión o Heliópolis era una mezcal de rojo y verde. Sin jaulas ni policía para escoltar a nadie. A fin de cuentas fiel reflejo de lo que éramos y sigue siendo esta ciudad futbolera. Si con nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros primos, nuestras parejas, compartimos esa rivalidad en las oficinas, los bares, en nuestras casas ¿por qué no en el campo?
Luego llegaron los ultras, confundiendo el coraje al rival, el deseo sevillanísimo de que siempre pierda el contrario, con el odio a los que no que no son como ellos, a los que no llevan sus colores, y llegaron los muletazos, los botellazos, las bengalas y las peleas, que llegaron a terminar impidiendo incluso que una afición acudiera a ver a su equipo al campo del eterno rival.
Afortunadamente, parece estar reconduciéndose la situación, que no se parece en nada a la de hace unos años. No sé si llegaremos a aquellos extremos de los míticos Ciudad de Sevilla pero ya se van pareciendo. El ambiente cada vez es más de guasa que de crispación. Y a ello han contribuido los espíritus de Puerta y Miki Roqué, pero es de justos reconocer que mucho están haciendo las directivas y sus presidentes. Dos personas coherentes y sensatas, sevillista y bético como el que más, pero que son suficientemente inteligentes para entender lo que significa, la esencia y el fondo de esta rivalidad única, y para entender que nuestra ciudad y nuestro fútbol no puede ser noticia solo por sucesos deplorables y cierres de estadios, sino por un espectáculo sin igual.
Desde los clubes hace mucho tiempo que se está haciendo todo lo posible, ahora les toca a los aficionados entender que no hay nada malo ser de un equipo u otro, que en muchos casos es fruto del azar, depende solo de la familia en la que nazcas, que si lo compartimos día a día, nada debe cambiar cuando llegue el domingo. Incluso el más acérrimo y radical de los aficionados seguro que tiene un familiar o amigo del otro equipo al que no le desea nada malo.
Menos el domingo, claro…
 

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