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La internacionalidad de Navas ¿El principio del fin?


Estoy en la obligación de comenzar este artículo, porque así lo siento, diciendo que me alegré enormemente el pasado sábado cuando vi la cara de Jesús en el momento en el que el cuarto árbitro levantaba la cartulina electrónica enseñando el dorsal número 9. Estaba a punto de debutar con nuestra Selección Nacional, un momento que se queda grabado en la retina de cualquier futbolista que ha tenido el privilegio de vivir esa emoción. 
Y me asaltaron un montón de recuerdos de no hace mucho. He tenido el privilegio, y lo puedo exclamar orgulloso, de asistir en “primera fila” al nacimiento de Jesús Navas como futbolista de élite. Como compañero de vestuario, siendo él un recién llegado y yo el capitán de aquel Sevilla. Como consejero “espiritual” en sus primeros momentos de profesional. Como compañero de habitación en su primera pretemporada con la primera plantilla… 
Ahora recuerdo con una sonrisa en la boca cuando se ausentaba de las concentraciones por sus problemas de ansiedad. La que se montaba alrededor de él. Todos intentando echarle una mano y posiblemente sin tener muy clara la manera más eficiente. Y cuando volvía después de haberse pegado cinco o seis días de “vacaciones” mientras el resto de compañeros andábamos muertos en plena pretemporada.  Al primer día, sin haber entrenado, ya era el primero: el más rápido, el más resistente, el más ágil…Todos nos mirábamos cariacontecidos, Caparrós, Juande…”Es verdad. No ha entrenado. Debería de costarle entrar en la dinámica. Pero: ¡Si no hay quien le pare!” 
Reconozco que yo era de los que pensaba que el matrimonio Jesús Navas- Sevilla F.C. sería indestructible, para toda la vida deportiva de Jesús. Por su forma de ser, de encarar el día a día, de ser feliz  solamente entre sus seres queridos y en su entorno. De necesitar tan poco en el aspecto material para sentirse satisfecho. Por todo ello pensaba que nunca estaría dispuesto a cambiar de aires ni a afrontar ninguna aventura fuera de Sevilla. Ni ningún club se atrevería a  hacerle una oferta sabiendo que cualquier día les podía dejar plantados, en el buen sentido de la palabra. 
Al verlo saltar al césped del Vicente Calderón contra Argentina, sentí un choque en mi interior. La alegría que me transmitió contrastaba con los pensamientos que iban llegando a mi cabeza. Verlo allí entre  los mejores jugadores del país me hizo ver que más pronto que tarde se convertiría en uno más de ellos. Con sus proyectos y sus ambiciones. Entre sus conversaciones. Disfrutando y sufriendo por lo mismo. Abriéndose al mundo y pudiendo observar con diferente prisma muchas de las situaciones que hasta ahora no había querido ver o no le interesaban. 
En definitiva, disfrutando de todos los privilegios que conlleva estar entre los mejores y ambicionando, lógicamente, aspirar a más. A estar en clubes más poderosos, que siempre estén peleando y ganando títulos, que le ofrezcan mucho más dinero, que le abran permanentemente la puerta de la Selección. Por que ahora sí que todos los clubes se convencerán de la madurez psicológica que ha ido adquiriendo Jesús. Y como cualidades futbolísticas le sobran a raudales… 
Por todo esto opino que el paso dado por Jesús puede suponer el principio del fin, no  como futbolista de élite, que cada vez lo será mejor; sino como jugador de nuestro Sevilla F.C. A cambio por supuesto de un importantísimo montante económico. Pero… 
¿Opináis lo mismo que yo? 
Os espero.
 

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