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Las jaulas que elegimos

Los jugadores de la Real Sociedad celebran uno de los goles ante el Betis (Foto: LaLiga).
Ion Urrestarazu

Cada visita a Vigo es como ese baúl apartado en una esquina de la habitación en el que sabes perfectamente las cosas que hay y que cada vez que metes la mano sin tan siquiera mirar ya sabes lo que te vas a encontrar, cómo está colocado y qué otras cosas están a su lado. Aquel 15 de junio de 2003 será eterno en la memoria de todos los realistas, principalmente de los pertenecientes a esas generaciones que nacimos casi a la vez o muy poco después de aquellas masivas celebraciones por toda Gipuzkoa, con esos jardines de Alderdi Eder teñidos de azul y blanco.

Unas generaciones que seguimos huérfanas de títulos y que aquel día en Balaídos estábamos realmente convencidos de que estábamos viviendo algo histórico y que podríamos en un futuro contar a nuestros hijos esa proeza con tanta emoción y orgullo como nos habían contado en casa nuestros padres las gestas de la Real Sociedad de los 80. Principalmente los que estuvimos en aquella grada, en aquella curva eterna de aquel fatídico fondo, dejamos allí, en aquellos asientos de plásticos ajados, una pequeña parte de nuestra alma.

El fútbol, como otras muchas cosas de la vida (el amor, la familia…) son las jaulas que elegimos. Jaulas en las que de una manera u otra estamos cautivos y aunque de vez en cuando se abra la puerta no terminas de tomar la decisión de salir, quizás porque no sabes si fuera la vida será mejor, quién sabe. Recuerdos que te sujetan y amarran a un sentimiento que no prescribe sino todo lo contrario, que se va renovando según van repitiéndose ciertos acontecimientos, como el partido de este domingo.

Si bien es cierto que la diferencia de goles con el actual líder es importante y que deberíamos ganar por más de media docena de goles, ganando el domingo a mediodía alcanzaríamos el primer puesto compartido con el todopoderoso Barcelona. Sería algo simbólico y poco más, pero bien valdría la pena ver reflejado en la clasificación el estado de gracia del equipo, y ver premiadas su actitud ganadora y su ambición por seguir mejorando y deleitando con su juego a toda la afición txuri-urdin.

Nada de lo que pase el domingo ni nunca podrá cambiar lo que en Balaídos sucedió, y yo al menos seguiré preso en esa jaula en la que me metí. Sigo dentro y algo no me deja salir ¿quizá por no si saber la vida fuera es más fácil? ¿quizá por no saber si la vida fuera es de otro color? No quiero otro color, ya tengo mis colores, aunque tenga que ver la vida detrás de unos barrotes.

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