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El zaragocismo y los días extraños

La Romareda, totalmente vacía (Foto: Real Zaragoza).
Manu González

Uno piensa en el gol de Luis Suárez tras el maravilloso esprint de fe de Carlos Nieto en La Rosaleda y tarda en caer en que es la última jugada en directo que vio. Un recuerdo congelado, perdido, de tiempos mejores. Fue hace poco más de tres semanas pero cualquiera diría que es del curso pasado. O de hace una década. Sin el Real Zaragoza el tiempo ha perdido su consistencia, se convierte en líquido. Las jornadas ligueras eran ese rotulador que marcaba los días del calendario, y ahora se ha quedado seco. Encerrados en casa, ganamos kilos y nos atrofiamos mientras los asientos de La Romareda cogen polvo. Nos sentimos como el tercer portero de la plantilla, a la espera en la grada.

La ausencia de fútbol nos ha quitado nuestro refugio semanal. Hasta ahora, siempre se había podido apretar los dientes y esperar a la llegada del finde. El fútbol transcurría ajeno a cualquier desgracia personal, con su maquinaria imparable. Los viernes todo parecía posible, sobre todo si el Zaragoza jugaba de local; el finde terminaba en cuanto acababa el partido del domingo y, si el encuentro caía el mismo lunes, lo hacía todo más llevadero. Cualquier sinsabor de la vida quedaba matizado por las dos horas de fútbol, un ecosistema que parecía que siempre iba a existir ajeno a tus problemas. Si de niño te castigaban sin ver el partido por sacar malas notas, sabías que aun así el balón iba a rodar, que te podías escapar al teletexto para ver el resultado o que de todas maneras siempre habría una jornada siguiente... y otra... y otra... y un verano al final para soñar con los nuevos fichajes.

Ahora, el coronavirus oscurece todo lo demás. De repente el fútbol ha caído a un segundo plano; normal ante tanto sufrimiento. Pero constatar que ahora es lo de menos no deja de doler.

Un segundo puesto que no puede caer en saco roto

Como pequeño consuelo, una certeza que defender: la temporada del Real Zaragoza no puede caer en saco roto. Sería una injusticia... como sea, será tiempo de buscar soluciones, que haya ascensos y descensos, los premios y el mérito a final de la temporada. Aunque habrá que esperar: ahora mismo el fútbol es la menor de la preocupaciones ante una crisis sanitaria. Así que, sin el metrónomo vital del fútbol llenando nuestros minutos, la rutina le ha dado paso a un carrusel interminable de nostalgia. Como el Real Zaragoza-Arsenal, con unos datos de locura: 357.000 espectadores vieron el gol de Nayim en Teledeporte el viernes 20. ¿Normal? En estos días raros, cualquier cosa.

Toca refugiarse en la trinchera de los recuerdos. No sabes si estás disfrutando de aquel partido histórico o viendo tu reflejo en la pantalla, el chaval que eras entonces. Tal vez cuando todo esto pase, recordemos el gol de Nayim, la espera de aquel Real Zaragoza-Alcorcón congelado en el calendario, y otros partidos que, como aquella final de la Recopa, nunca más volverán a jugarse pero siempre estarán ahí acompañando nuestra vida en los momentos más raros y tristes.

“Los días se suceden con monotonía, uno tras otro, ninguno de ellos se diferencia del anterior ni del siguiente, son como eslabones de una larga cadena, hasta que de repente surge el cambio". La frase de Travis Bickle, protagonista de Taxi Driver, refleja el enclastramiento que muchos viven en estos días tan extraños. Ese cambio, para el zaragocismo, lo marcará la vuelta a la normalidad. El seguir con la lucha por el ascenso. Otro aprendizaje: cualquier partido en La Romareda se antoja ahora como uno de los placeres de la vida. Después de lo vivido estos meses, ¿se volverá a hablar de que el zaragocismo es sufrimiento? Es tiempo de preocuparnos sólo de lo esencial, y buscar el fútbol como una excusa sin más para ser feliz.

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