La otra cara de Mateu Lahoz

Se acabó el verano futbolístico. Siempre ha sido una paradoja que cuando la mayoría (cada vez menor) de nosotros planifica las vacaciones entre Julio y Agosto, los jugadores de fútbol ya están en la fase más dura de la temporada. Aquella que permite cargar las baterías para todo el curso. Y con el verano, las pachangas (también cada vez menos). Los partidos amistosos de pretemporada, tratados con mucha más seriedad que antaño, y que permiten adquirir la forma necesaria para el inicio de la temporada oficial un poco más allá del quince de Agosto.

Estos encuentros me llevaron hasta Villarreal (gracias por su eterna amabilidad a su departamento de prensa). Allí, me llamaron la atención dos cosas. El árbitro del partido y sus dos asistentes llevaban preparador físico. O al menos, su calentamiento estaba dirigido por alguien con una camiseta con el logotipo de la RFEF. Y la segunda, el propio árbitro. Mateu Lahoz. Vi al hombre más alejado de aquellos complicados “clásicos”. Debía ser lo más parecido a aquel joven que hacía sus primeros pinitos arbitrales en Algimia de Alfara, su pueblo natal.
Jugaba con los chavales antes del partido. Disfrutaba con los jugadores durante el encuentro. Sonreía sin parar. Se le notaba sobrado de físico. Nadie se tiró para arañarle una falta. Su personalidad flotaba a raudales sobre el césped. Era la versión de Toni más humana. La más alejada de Mateu. Qué lástima que no se dejen conocer más.
Luis Urrutia
Periodista