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Un tonto anda suelto

Luis Urrutia

Los avatares de la vida me llevaron el pasado fin de semana a Lleida donde se disputaba la eliminatoria de copa federación de tenis entre España e Italia.

Es cierto que el equipo español es seguido, allá donde va, por muchos seguidores de toda España, por lo tanto, un buen grupo de espectadores no era local. Pero otros tantos sí.
Debo confesar que, más allá del evidente interés deportivo en una eliminatoria que ha devuelto a nuestro tenis femenino a la élite mundial, tenía mucho morbo el momento en el que iba a sonar el himno español en una capital catalana. ¿Cómo reaccionaría el público?
Es cierto que el equipo español es seguido, allá donde va, por muchos seguidores de toda España, por lo tanto, un buen grupo de espectadores no era local. Pero otros tantos sí.
Aparecieron sobre la tierra batida las jugadoras, los capitanes, las banderas y sonó sin novedad el himno italiano. ¿Estábamos preparados para ver qué pasaba con el español? Sonó. Y una persona empezó a silbar. Sí. Una. Cada vez lo hacía más tímidamente, hasta que calló. Se unió al silencio. Quizás me extrañó aún más que, mientras en fútbol se tararea el conocido chunda-chunda. Aquí, se escuchaba en silencio.
El espectador que creía que la reacción de los espectadores del tenis se parece a los del fútbol, dio media vuelta y abandonó la pista. Luego, Muguruza y Suárez pusieron el espectáculo de verdad en la tierra batida ilerdense.

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