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¿Hasta cuándo?

Luis Urrutia

El deporte actual ya no es lo que era. Encontrar un buen contrato ya no es tan sencillo. Son legión la cantidad de deportistas de primer nivel que tienen que emigrar para buscar el sustento. Éste es un caso bien extendido, con tentáculos en todo el mundo. Jugador bueno, pero una estrella, consigue trabajo en un país alejado miles de kilómetros de su hogar. Al principio, ilusión. Después, mucho trabajo y dificultades de adaptación. Incluso problemas idiomáticos. ¿Se imagina usted en Rumanía, China o Rusia recién llegado para empezar una nueva vida?

Dentro del equipo es un jugador de los catalogados como importante. Por su talento deben pasar gran cantidad de opciones de éxito para su equipo. Pero las cosas empiezan a torcerse. Lo que al principio era un jugador decisivo pasa a ser un objeto de decoración al fondo del banquillo. Ha perdido la confianza y su entrenador ha dejado de creer en él. ¿Hasta cuándo debe un profesional soportar una situación así? Cuando la infelicidad es tan evidente, ¿todo vale por un buen contrato de trabajo? ¿Se puede perder la pasión por el deporte que se practica desde la cuna?
Responda usted mismo. Yo sólo sé que a éste jugador lo vi la semana pasada. Empezó como siempre, sentado en el último asiento del banquillo. Salió cuando todo iba mal. Y fue el mejor.

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