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Es Noticia

“¡Vaya joder Rafa!”

Carlos Puértolas

Rafa Guerrero gana en las distancias cortas. Le conocí en 2007. Aquella tarde vestía un pantalón vaquero rojo, camisa blanca y americana negra con un enorme dragón chino estampado en su espalda. Lucía un pelo estupendo a pesar de haber pasado ocho horas como bedel de un colegio de primaria en el centro de León. Nos citó en el bar de un íntimo donde guarda todos sus recuerdos como juez de línea. Cientos de banderines, fotos y bufandas, una, por cierto, del Real Zaragoza en un sitio privilegiado.
Rafa es un tipo educado. Pidió unas cañas y unas tapitas bastante ricas para los cuatro que estábamos en la mesa. Entre sorbo y bocado nos contó mil y una anécdotas sobre su trayectoria con el banderín y por supuesto aquella tarde en la que se hizo famoso junto a un amigo que ya no lo es tanto: Mejuto González. “Simplemente me confundí” dijo bajando su mirada a un suelo repleto de palillos y servilletas de papel. Aquel error y los micrófonos de Canal Plus catapultaron a una fama que jamás hubiese soñado sólo con su banderín.
Internacional, Rafa Guerrero me provocó un sentimiento de ternura. Ese que creo olvidar cada vez que le veo en la televisión gritando entre gritos o emitiendo sonidos extraños en las retransmisiones futboleras en las que colabora. El leonés es un showman, al que quizá, su personaje fagocita cuando una cámara enciende el foco.
En la Puerta 14 hemos insultado árbitros, los hemos vejado, nos hemos acordado de su madre, su padre, su santa esposa y sus hijos sin ningún tipo de pudor ni remordimiento. No había censura ni una mínima educación. Nos sabíamos el reglamento de arriba abajo, más que ellos; y qué curioso, todas nuestras protestas favorecían al Real Zaragoza.
En la tarde de autos un 29 de septiembre de 1996 visitaba La Romareda el Barça. Núñez había roto la hucha y había fichado a un sinfín de estrellas rutilantes para recuperar la hegemonía perdida tras el ridículo de Atenas y el divorcio cruyffista. Lo dije en mi anterior historia, aquí el Real Zaragoza atravesaba un periodo de entreguerras buscando un nuevo ciclo ganador.
Nos habíamos adelantado dos veces con goles de Poyet y Gustavo López cuando en una jugada aislada a veinte minutos del final Rafa levantó el banderín, nadie sabe muy bien por qué. Mejuto González se acercó al linier y un micrófono parabólico lo captó todo:
- “¡Penalty y expulsión!”
- “Vaya joder Rafa, me cago en mi madre ¿Expulsión de quién?”
- “Del número 6. Pregunta. ¡Ven Quique! Le da un golpe en la cabeza por detrás, claramente a Couto (…)”
- “¿Qué número?”
- “El número 6. Pregunta Clambor por si ha visto algo, para mí el 6”
- “¿Es expulsión y penalti?”
- “Sí, sí”
Ni era el 6, ni era penalti y expulsión, ni dijo “Rafa no me jodas”. La Romareda bramó. Poyet invitó al resto a marcharse del campo “Si pita el penalti, nos vamos”. Lógicamente el Real Zaragoza continuó sobre el césped pese a los berridos del uruguayo. Fue una estafa, un robo provocado por un pobre linier al que le pudo la presión de una jugada convulsa. Popescu anotó el penalti y un equipo descentrado recibió dos goles más para perder por 3-5.
El Barça, Mejuto y Rafa tuvieron que salir por una puerta lateral horas después tras provocar, indirectamente, un escándalo mayúsculo.
Rafa saltó al estrellato. De aquel error ha hecho su modus vivendi para complementar con un generoso suplemento, su sueldo junto a los niños. Rafa se equivocó y está arrepentido; yo le creo. Me lo dijo en su bar, con su gente y sin cámaras. Pero pocas veces un fallo ha sido mejor aprovechado.
Rafa, te aconsejo cambies de chaqueta y abandones ese personaje ruidoso e impertinente. Cara a cara ganas.
El Barça nunca lo tuvo fácil en La Romareda. Recuerdo un 2-1 vivido en la Puerta 14 con un tremendo golazo de un rubio santanderino apellidado Geli. Pero eso ya es otra historia.

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