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Misión: escapar del monstruo

Jesús López

Pocas veces un punto había tolerado una bajada o subida de valores tan grande en el Real Zaragoza 2017/18. Un punto sujeto a diminutivos y aumentativos, optimista o sobrevalorado.  Porque el empate y gracias en el Camp Nou de Reus del pasado viernes se gestó con cierta suspicacia. Dio pie al enaltecimiento de conceptos conformistas y pinchó el globo del ambicioso.

Es verdad, supo a poco en un gran sector de la afición. Quedaban feligreses arribistas, ávidos de victoria e incluso con esperanzas de llegar a los dos primeros puestos. Pero había que ganarle al Reus, claro. Natxo González, sin embargo, ya había descartado cualquier aterrizaje en el ascenso directo antes de poner el pie izquierdo en el autobús destino Tarragona. Es más listo que el hambre el de Vitoria. Lo tiene todo calculado. Ese frenazo ante el micrófono bajó de las nubes al eufórico y reforzó la posición del cauteloso. El entrenador zaragocista conoce a su equipo, tanto deportiva como mentalmente, y no apostaba por la octava victoria fuera de casa; su casa.
Aun así, tras el pitido final, a más de uno se le chasqueó la cara. Como cuando hace Sol pero viene el aire fresco. Ni frío ni calor. Ni chaqueta ni manga corta. Como esta primavera. El jugadón de Verdascauer, el control impuesto en la primera mitad por el equipo aragonés y el 0-1 que tan bien pintaba en la clasificación puso los dientes demasiado largos. Un caramelo en la puerta de un colegio que acabó por comérselo el matón de turno. En esta ocasión fue Lékic, pero una vez fue Pepe Mena, otra Jonathan Pereira, Adrián Ramos… El Zaragoza no jugó a nada en la segunda parte porque del palo sufrido en el minuto 47 no fue capaz de levantarse.
Mirando la tabla, a cinco puntos divisarían los maños al Oviedo si hubieran sido capaces de mantener la renta adquirida con el gol de Toquero. Un colchón con el séptimo puesto más cómodo que el comodín del goalaverage. Importante también, porque los de Anquela están justo a una solo victoria de la cara y cotizada sexta posición, que ahora ocupa el barco de Zapater y cía.
Todos hemos tenido ese sueño en el que, atemorizados, somos perseguidos, pero un ente invisible no nos permite correr. El mismo episodio vive el Zaragoza. Trata de escapar, pero un monstruo llamado Segunda División no le deja poner tierra de por medio. Y esperemos no pagarla tras el pitido final en el Mini Estadi, porque nos esperan cinco jornadas de jugar al 'pilla pilla'. 

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