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Futbolistas, mucho ojo al ir de compras...



La crisis de valores que sufre el fútbol actual acentúa la sensibilidad de aquellos cuyos sentimientos hacia el escudo de su equipo nunca está en tela de juicio. La afición. Es raro el caso en el que trascienden los entresijos de las negociaciones entre un jugador y una directiva para su renovación. Conocer, por ejemplo, la decisión de Llorente de no seguir en el Athletic diez meses antes de la finalización de su contrato es un caso excepcional. En la mayoría de los casos, el público mayoritario desconoce los verdaderos deseos y argumentos de las partes implicadas  a fin de que las opiniones externas no interfieran en estos procesos. El componente sentimental y afectivo está especialmente acentuado en ua institución tan peculiar como la bilbaína. Su decisión de apostar por los jugadores de la tierra multiplica la identificación de la hinchada con el equipo, los futbolistas reprensentan mucho más que unos colores, detrás tienen todo un pueblo. Pero esa autolimitación también supone un problema en el globalizado mercado del fútbol, donde el resto del mundo puede nutrirse de los mejores jugadores vascos mientras que ese movimiento nunca se podría producir en el sentido contrario. De ahí que una salida de una gran figura en el Athletic sea mucho más traumática. Porque tiene una base infinítamente más limitada que el resto de equipos para encontrar un recambio.
Este sentimiento de traición solo se puede comparar en otros equipos cuando se trata de los jugadores formados en su cantera. Ese grupo al que la afición siente más propio. Una identificación mayor. Por eso, en muchas ocasiones, se pone el grito en el cielo por detalles que analizados fríamente no tienen mayor recorrido. No han pasado más que unos meses desde la famosa visita de Griezmann, Zurutuza y Cadamuro, jugadores de la Real Sociedad, a San Mamés para disfrutar de un partido de Europa League en su día libre.
En el Atlético, próximo rival de los leones en la Liga, también han saltado las alarmas por una foto furtiva. El joven Oliver Torres, canterano colchonero de 17 años que acaba de estrenarse con el primer equipo, ha sido 'cazado' en la tienda oficial que tiene el Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Un aficionado le pidió retratar su encuentro, él accedió y la imagen fue publicada en las redes sociales. El lío ya estaba montado. Empezaron a lloverle los comentarios de todo tipo. Sobre todo los que cuestionaban su sentimiento colchonero. A tanto llegó el asunto que el adolescente, que como quien dice acaba de dejar de ver la serie de dibujos que le dio nombre -su hermano era fan de Oliver y Benji-, se vio obligado a pronunciarse públicamente. "Decir que he ido al Bernabeu, únicamente para coger unas botas para una urgencia, no creo que dudéis de lo atlético que soy! Yo también sufro en el Calderón como vosotros", se defendió a través de su cuenta oficial de Twitter.
Las palabras del joven futbolista, unido a la serenidad que permite el paso del tiempo en todo análisis de las situaciones, parecen haber devuelto las aguas a su cauce. Pero seguro que 'Oli' se cuida mucho de las fotos que se hace a partir de ahora. Y es que la afición colchonera se caracteriza por sus fuertes altibajos. Tan pronto eleva a los jugadores a los altares como se convierten en el centro de su ira. De momento, con solo un puñado de minutos disputados, se encuentra dentro del primer grupo. De hecho, la camiseta con su nombre es la quinta más vendida desde su irrupción en el primer equipo. Solo le superan estrellas como Falcao, Adrián, Arda Turan y Juanfran. A partir de ahora tendrá más cuidado al ir de compras...
Motivos que explican la ilusión de los colchoneros:

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