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Crítica: Maps to the Stars

Tras la fallida experiencia llevada a cabo en Cosmópolis, David Cronenberg vuelve la mirada hacia la industria en la que no ha desarrollado su trabajo jamás pero conoce de buena mano. Hollywood no es un terreno en el que el cineasta canadiense desee moverse y su cine jamás ha seguido los dictámenes de los grandes terratenientes cinematográficos del lugar. En Maps To The Stars confecciona una sátira con muchos tintes de tragedia clásica en el que dispara a matar sobre todo lo que rodea la superficialidad del Hollywood eterno.

Cronenberg vuelve a la Tierra, posa sus pies en la realidad que optó por evadir cuando rodó el galimatías de Cosmópolis y centra su trama en los personajes de Julianne Moore y Mia Wasikowska (la competición entre ambas no tiene futuro alguno). El director canadiense firma su mejor obra desde Una historia de violencia. Certera, concisa, un dardo en el centro de todas las obsesiones, locuras y demás absurdeces propias de la vida de las falsas estrellas que adornan las pantallas. El miedo al paso del tiempo, al qué dirán, a todo lo que supone dejar de conservar ese rostro que los grandes estudios exigen para seguir en lo más alto.

Sorprende ver a Robert Pattinson intentando parecer actor. Y lo cierto es que no se le debe restar mérito alguno. Tampoco a un renacido John Cusack, que parece haber vuelto a encontrar un hueco en un Hollywood que quiso dejarle atrás. Maps To The Stars contiene frases que envenenan a cuantos conocen qué se mueve detrás de los muros de cada despacho, vivienda o centro oficial de vanidad, engreimiento y superficialidad vital.

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