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Año 1980, aquel Indautxu-Portu en Garellano

Lasa y Kuitxi posan antes de un partido jugado en Garellano entre Indautxu y Portugalete en 1980.
Kuitxi

Imaginando palabras. El enésimo 'cuaderno de viajes'. Sucede que éste está siendo escrito mientras el futbolista viaja. En el tiempo. No hay presente. No hay futuro. El 'confinamiento' no ha sido roto. Podría haber alegado que voy al super, a la farmacia, a pasear a mi Unicornio, a "cubrir un evento". Me daba miedo, ¡ay de mí!... No son buenos tiempos para el periodismo deportivo.

Estoy en Garellano. No en la Terminal. Ni en la nueva ni en la vieja. Garellano estadio. Campo de fútbol. Inmenso rectángulo de una arena muy lisa. La tabla. El rodillo. El resto lo hizo el agua que la manguera filtró por todos los poros para evitar terrones en el desierto del mediodía. Un viaje en el tiempo para darle a Stephen Hawking con su libro del cosmos en las narices. Al pasado sí se puede viajar, soberbio científico. 

Estoy en Garellano y punto. El Portu visita Garellano para medirse al Indautxu. Con intensidad me miran estos dos futbolistas. Compañeros en la Facultad de Periodismo. Rivales, hoy. Comparten equipo en Leioa: un 'San Informando' campeón que viste los colores del todopoderoso Ajax de Johan Cruyff. Esta 1979-1980 ha querido que coincidan. Enfrentados. Pero como había un acuerdo previo, helos ahí.

De pie. Mirada sería. Txema Lasa y 'Luis'. Cada uno con su indumentaria habitual. El del Indautxu, camiseta rojilla con cuello blanco asolapado. Pantalón azul. El del Club Portugalete, a franjas verticales, de gualdinegro. Cuello en pico. Pantalón negro. Brazos unidos por la espalda. Se llevan bien. Y saludándose con cariño se irán cada uno a su vestuario al final de la partida. Aparcarán  por un instante el resultado.

Lasa lamentará bajo la ducha la derrota. 'Kuitxi', feliz tras el 1-2. Doblemente contento por haber desecho la igualada con una vaselina. Desde fuera del área y con la zurda. Un resultado que aún no se ha confirmado. Porque mientras no se aparten de nuestra vista, el tiempo se halla detenido en este intermedio tan profundo como eterno. Como si supieran que tantas temporadas después habrían de ser llamados desde su estado de reserva a la primera línea de este periodismo obligado a salir al rescate. "El fútbol en los tiempos del Coronavirus". 2020.

Merecen nuestro aplauso. Y nuestra admiración. Cuatro décadas quietos. Sin pestañear. Y ahora que la foto ya se ha sacado, no se quieren menear. Y no lo harán hasta que el que escribe vaya más abajo de los pantalones. Los muslos. Más robustos los del jugador del Indautxu. Así como en altura también lo supera. Diferencias naturales. No así en lo que concierne a las medias.

Rojas como el color de la camiseta del Indautxu. Se las anudó poco antes de que contactaran con la rótula. El típico cordón blanco. Las botas, bañadas de arena, perdieron su negrura. Las de ambos. Pie grande. Pie más pequeño. Sobre las medias del jugador jarrillero, acerca de su color, pronunciarse acarrearía temeridad. Uno diría que negras con el ribete amarillo. Pasaron los tiempos del modelo 'abeja maya'. Que habrán de volver. La vida del fútbol es un eterno retorno.

Detrás de ellos, como escoltándolos desde el centro del campo, Pelé y Txutxi, dos leyendas vivas del Club Portugalete. Compañeros que deshacen dudas sobre el color de sus medias. Son negras. Como se aventuró. Y amarilla, su parte superior. Y ahora que la certeza mató a la duda, nos ha llegado el momento de estremecernos al ver cómo, en un juego de tantos 'tacos', verbales y de aluminio, no hay 'canillera' que proteja la tibia y el peroné. Temeridad de la que se jacta habiendo saltado al campo con las medias recogidas hasta los tobillos. ¿Qué valiente soy? ¡No! ¡Qué inconsciencia la tuya, muchacho!

Años atrás, siendo juvenil y teniendo a Urbano Anda como entrenador, no te habrías atrevido. A jugar con las medias bajadas. Aunque, si vamos un poco más allá de la apariencia, coincidiremos en que las medias no fueron hechas para proteger los huesos, sino como complemento de camiseta y pantalón. Para evitar rotura de tibia y peroné, la 'canillera', 'espinillera' también llamada. Un artilugio que, al amparo de las reglas, 'Luis' evitaba por su grado de molestia, incomodidad, incluso peso. No sería hasta 1990 que la 'International Board' decretaría la "obligación del futbolista a proteger sus piernas con sendas espinilleras". Sobre la camiseta por dentro nunca llegó a legislar, aunque, "por estética", recomendaba "vestirla por dentro".

El compañero Xavier R. Blanco, en artículo para La Región, y bajo el título "AQUEL FÚTBOL DE CAMISETA POR DENTRO", escribe...

"La camiseta por fuera del pantalón desprendía una imagen de rebeldía y habilidad que representó como pocos George Best, el genial e indisciplinado extremo norirlandés del Manchester United y balón de oro en 1968. Pero la mayoría de los futbolistas ya seguía el consejo de la FIFA sin necesidad de pedírselo porque era una manera de delatar un agarrón en el caso de que el arbitro tuviese dudas sobre el lance del juego".

Hubo un año, un mes, una semana, un día, un partido a partir del cual todos los futbolistas, como si por decisión en asamblea, empezaron a jugar con la camiseta por fuera. Tal era la unanimidad, que las marcas acortaron la largura como en pos de la comodidad y de la estética.

Fijándome en la fotografía, reparando en mis espinillas desnudas, siento en unos segundos todo el miedo que durante tantos años debería haber sentido. Y me maravilla que, por la ley de las probabilidades, durante las 16 temporadas como futbolista federado, las tres lesiones importantes que tuve fueran dos esguinces severos de tobillo y una rotura parcial del ligamento interno de mi rodilla izquierda. Sobre mis dos tibias y dos peronés, como si el cumplimiento de la profecía que el Salmo escribió refiriéndose al 'Enviado': "No será quebrado hueso suyo".

Y es que, en el fútbol del siglo XXI, viendo cómo los tacos de los jugadores buscan a conciencia el contacto brutal con el hueso, futbolista sin espinilleras ¡hombre lisiado!

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