Saltan las alarmas
-
Paco Herrera: "No tengo explicaciones"
-
Realismo: "Lo mejor al descanso era el resultado"
-
Polémica: "El arbitraje machaca al Pucela"
El Real Valladolid llegaba al Anxo Carro de Lugo con dudas pero no miedos, como apuntábamos en la previa del partido. Que tales sensaciones se mantuvieran o se vieran transformadas se decidiría con el devenir del partido ante el Club Deportivo Lugo, una de las sorpresas de las primeras cinco jornadas al ser un conjunto que no ha perdido y que era el tercera clasificado de la llamada 'Liga 1|2|3' antes de la jornada. El partido no era sencillo. La racha del rival y la sensación de proyecto hecho que transmiten los de Luis César Sampedro ponía sobre la mesa la opción de la tercera derrota consecutiva del equipo de Paco Herrera.
Una nueva derrota hubiera hecho saltar las alarmas en el entorno pucelano, como así terminaba siendo. Perder puede entrar en los planes al ser un factor del juego pero hacerlo tras los primeros 45 minutos del equipo sorprende y duele. El equipo perdía sus señas de identidad en un encuentro que lejos de ser impotente fue débil, triste y paupérrimo. El Real Valladolid tocaba fondo pese a dar un cambio de estilo y sensaciones en la segunda parte.
La mejora y el ascenso de los segundos 45 minutos sería insuficiente para un equipo que acumula su tercera derrota consecutiva y que hace de las dudas, miedos y de las deficiencias, problemas graves. El equipo pierde definitivamente todos los aspectos positivos sumados en las primeras tres jornadas al acumular 344 minutos sin hacer un gol. Con siete puntos de 18 posibles y la sensación de recordar tiempos pasados muy tristes, el equipo afrontará el duelo del sábado ante las Sociedad Deportiva Huesca no como una final pero sí como un duelo decisivo.
Tristes recuerdos
El equipo llegaba al Anxo Carro con hambre y una supuesta intensidad que no demostraba en los primeros 45 minutos. El equipo era superado por los lucenses en unos primeros 45 minutos de total superioridad local. Los de Sampedro dominaban el juego y las vertientes de éste. Mientras tanto los de Paco Herrera eran superados y debilitados en aquellas funciones y atributos marcados en estos primeros partidos firmaban recuerdos del pasado. Las similitudes de esta primera parte y lo sufrido la pasada campaña eran tan elevadas como dolorosas.
Un equipo debilitado era irreconocible en su juego, aquél que pese a ganar o perder tenía unas pautas y bases en todos los encuentros. Dejando a un lado el gol de Joselu que rompía la igualdad en el descanso, los locales eran muy superiores al equipo vallisoletano. La impotencia del equipo se mostraba en la intensidad, en el trabajo realizado y en las pocas victorias en las segundas jugadas y en los duelos. El Pucela estaba intimidado y reducido ante un conjunto que sin desplegar un juego detallista y definitivo era superior. Asumiendo que un equipo sin llegar a su máxima potencia era muy superior al equipo blanquivioleta, los pucelanos debían cambiar la cara para reducir las alarmas que se había encendido tras los peores minutos de juego de toda la temporada.
Paco Herrera toma el mando
Tras ver lo sucedido en los primeros 45 minutos, el cuerpo técnico que dirige Paco Herrera tomaba el mando y realizaba dos cambios en el periodo de descanso. El Pucela quemaba dos de sus tres bazas de sustituciones y daba entrada a Alberto Guitián y Ángel García. Cántabro y madrileño sustituían a Igor Lichnovsky y Jaime Mata. Dos permutas que cambiaban el estilo del equipo. Los pucelanos formaban con más líneas en su esquema en el objetivo de ser más profundos y menos previsible. 45 minutos para demostrar los nuevos objetivos y las necesidades de un equipo que se acercaba tras la primera parte a una tercera derrota consecutiva muy merecida.
Otro Pucela
Con dos jugadores exteriores en el costado izquierdo el Real Valladolid cambiaba su estilo. Era un Pucela más directo y, sobre todo, más incisivo. Mejoraba exponencialmente sus credenciales de la primera parte aunque sin llegar a la meta de José Juan con la fuerza y las ocasiones que se le deben exigir. Los pucelanos seguían sin mordiente arriba. Mientras Raúl de Tomás viviía muy aislado de la zona de creación, José Arnáiz lo intentaba pero no conseguía hacerse con un hueco en los últimos metros. Así, el equipo mejoraba en las ideas pero no en los últimos metros. Las deficiencias del equipo en estas seis primeras jornadas no mejoraban pese al evidente crecimiento del equipo.

Con una propuesta más acorde al partido y a las necesidades pucelanas, el equipo blanquivioleta crecía y generaba sensación de peligro aunque sin llevar el peligro a la meta de un Jose Juan hasta el tramo final. Hasta entonces el experimentado cancerbero sólo se sobresaltaría al ver cómo José Arnáiz introducía un centro de Javi Moyano en su portería. El tanto, anulado por uno de los asistentes de Cordero Vega, sería la opción más clara hasta que Raúl de Tomás tomó el mando del equipo. Una de las tres oportunidades más claras de un equipo blanquivioleta que lo intentaría todo, se toparía con el larguero tras un gran golpeo del '47'. Tras ella, un buen remate de José y otro disparo de libre directo del madrileño dieron opciones a un equipo que lo buscaría sin suerte hasta con la entrada de Juan Villar para los últimos minutos.
Con todo ello, el equipo olvida sus dudas y genera miedos tras sólo la sexta jornada de la temporada. Toca trabajar y reflexionar. Los primeros 45 minutos desplegados en Lugo y que provocan la tercera derrota consecutiva obligan a una lectura crítica, sosegada y obligatoria para cerrar la hemorragia que se ha creado en las últimas fechas ligueras.