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Poética frente a política

Poética frente a política

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Juan Carlos Aragón

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Época de campeonatos de cara a cara, en el que gana quien la tenga más dura. Nos remontamos a la Atenas clásica, cuando los sofistas daban clases particulares de retórica a los pijos que buscaban el prestigio social a través del triunfo en la vida pública del ágora. La definición de “retórica”, arte de persuadir a través del lenguaje, traducida significa “aquí da más coba quien más labia tenga”. Después de 25 siglos, lo único que han cambiado han sido las formas. Asesores de imagen, impacto mediático en el plasma, control de las redes y auxilio de las perífrasis del tipo “vamos a intentar”, “procuraremos solucionar”, “plantearemos modificar” y demás fórmulas vacías de contenido, que son usadas por los políticos para que parezca que están prometiendo una cosa y terminar haciendo justo la contraria, con la justificación a posteriori como guinda del cumplimiento teórico (incumplimiento práctico) de sus programas. El too much tú más no delata más que la incapacidad para defenderse de graves acusaciones vertidas por parte de otros también acusados de aberraciones no menos leves.

Los debates a 2, a 4, a 9 y a 115 son también campeonatos de escupitajos a la corbata, que aún pregunto qué coño de encanto tienen para la chusma televidente, la posmoderna chusma que, en lugar de preocuparse por la representatividad real de los candidatos, se afana en buscar encuestas que designen al ganador del debate, sin darse cuenta de que está cayendo en la trampa mediática de confundir al mejor sofista con el candidato más conveniente. Además, la retórica actual se adereza con técnicas importadas desde las tascas, en las que los borrachos patosos consiguen ser oídos a base de elevar la voz por encima del resto, con un insufrible timbre chillón que, ante el intento de réplica del oponente, se mantiene in crescendo para que éste desista, en un ejercicio de resistencia que sólo con una borrachera mayor en el bar o una educación menor en la tele puede ser igualado y contrarrestado. Cuando esto sucede y sucede siempre el resultado es un reñidero en el que cualquier gallo puede ganar la pelea. Aún así, consiguen reventar los índices de audiencias, con lo cual, entre la desesperación y la atonía, cada vez me sorprendo más de lo fácil que es el pueblo. Al final, sólo quien gana las elecciones dice lo de “el pueblo es sabio”, sabedor de que, si así fuera, por supuesto no ganaría. Por último y de postre, consiguen que el tonto se sienta listo, y sólo el listo se cabree, porque es el único que en esta ecuación confirma que lo están poniendo de tonto. Votar o no votar es deshojar una margarita que históricamente ha ido quedándose sin sus pétalos. A quién. Para qué.
Entre tanto, el Capitán Veneno presenta en Sevilla sus Últimos Versos, como queriendo llenar con la poética el espacio vacío que no llena la retórica. El desinterés del goce estético frente a la bochornosa persuasión mercantil del voto. La poética que te funde con el espectador en el mágico acto comunicativo de la creación a través de un mensaje terriblemente humano y compartido frente a la retórica que te aproxima a las dietas y los tronos del Congreso a través de un monólogo artificialmente perverso, formal y vacío. La diferencia entre un libro de poemas y un programa electoral es que, mientras el primero crece amamantado por la humana ternura del lector, el segundo se disuelve desangrado por el propio candidato al convertirse en electo. El poemario frente al programa es otra forma de amor en tiempos de cólera. Incluso si lo miramos desde la pragmática política, el amor es más ÚTIL que la promesa. De hecho, Coleta Morada consigue enmendarse en las encuestas a partir del pelotazo que da con el poema del minuto final en el debate decisivo: SONRÍAN, QUE SÍ SE PUEDE, evocando en estructura, intención y mensaje al universal QUE DESPIERTE EL LEÑADOR con el que Neruda corona la cumbre de su Canto General. Reciten ambos y comparen.
La esperanza es lo último que debemos perder, y también es la única posibilidad de victoria cuando, del resto de los cielos posibles, sólo nos llueven corrosivos aguaceros que parten podridos ya desde el vientre de sus propias nubes. Si el leñador despierta, aquí también podemos sonreír. Pero tanto el despertar como nuestra sonrisa no llegará de la política, sino de la poética. Ojalá que los Magos esta vez lleguen antes de que nazca el niño.
JUAN CARLOS ARAGÓN

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  1. David

    Tú, Juan Carlos, que vas de antisistema, te alineas con una ideología, y eso te convierte en parte del sistema, en un borrego más. Bajo mi punto de vista lo suyo sería desterrar de una vez estás ideologías de hace varios siglos, olvidar la izquierda y la derecha, unas directrices creadas en sociedades de otro tiempo y que se mantienen hasta hoy dividiendo, creando malos rollos, apestando a enfrentamiento, exclusión y hasta muerte. Lo suyo sería que cada uno tuviera su propia ideología, sin ponerle etiquetas, que cada uno votara un programa y no un puñetero color. Tú, expones tu ideología, que también fue la mia (ya no es ninguna), porque es la "guay", la que se puede decir, la que le pega a un poeta, la que le pega a un antisistema. Pero es tan sistematico como el más rancio derechista del barrio de Salamanca.

  2. Pako

    Las medidas de PP-PSOE, son las misma medidas de aquel que se esta quedando calvo, se deja el pelo largo y se pone un gorro para tapar el cartón.

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