Federer contiene la rebelión

Todo ocurre sobre la hierba de Londres al abrigo de un aniversario. En la jornada en que se cumplían 13 años desde que Federer tumbase a Sampras en Wimbledon 2001. Aquel triunfo, que interrumpió una treintena de triunfos de Pete en el pasto británico, se llevó por delante una hegemonía de perfiles veteranos, dando paso en Londres a la victorias de Hewitt (con 22 años), y el legado del propio Roger (a partir de los 21), figuras punteras de una hornada de sangre nueva dispuesta a tomar el relevo en los grandes escenarios.

En un evento donde Rafael Nadal o Andy Murray cedieron ante perfiles tiernos, donde Grigor Dimitrov o Milos Raonic, ambos ya anclados al top10, surgen en sus primeras semifinales de Grand Slam con 23 años intentando cuestionar la jerarquía, Roger, que sobrevivió a Wawrinka en un pulso eléctrico (3-6 7-6 6-4 6-4) da un paso al frente tratando parar lo que un día desató: la irrupción de una nueva generación de campeones. Perfiles que se levantan convencidos de poder cuestionar el orden establecido.
“Tuve ese episodio aquí en 2001, cuando me enfrenté a Sampras” recuerda Roger. “Ese fue mi gran momento. Era mi primera vez en la Centre Court. Fue la primera y última vez que crucé jugué con Pete. Fue una enorme experiencia. Cinco sets. Lo tuvo todo” reconoce Federer sobre una victoria que contribuyó a abrirle los ojos, el mismo efecto que su figura puede ejercer hoy día en muchos otros. “Es emocionante para el juego ver nuevas caras como Kyrgios, Raonic, Nishikori,… Ha habido unos cuantos chicos llamando a la puerta. Aún no tenemos los suficientes jóvenes que a mí me gustarían. Es complicado que rompan la barrera. Los buenos puntos quedan aparecen desde las semifinales, no a partir de los cuartos de final como solía pasar. Es duro para un adolescente ganar o ser regular durante tres, cuatro o cinco partidos hasta llegar a las bolsas de puntos”.
Milos Raonic, uno de los hombres que encamina un intento de revolución, habla desde el convencimiento. “Hay nuevos nombres tienen que levantarse y dar el paso. Lo estamos haciendo mejor, especialmente durante este año. Creo que ha sido más frecuente y ha llamado más la atención” indica el canadiense, sobre una temporada donde los ejemplos de grandes sorpresas han abandonado la categoría de suceso aislado. “Es bueno ser parte de ello. Es bonito ver esa parte humana en los cuatro jugadores de arriba cuando tienes que enfrentarte a ellos y tener la convicción de que cada vez que los encares si juegas bien puede llegar tu momento”.
Romper las cadenas de un gran campeón como espita para el levantamiento. “Son marcadores que circulan en el vestuario. Hacen ruido. Creo que el resultado que más destacó este año, al menos desde mi punto de vista y puede que también para otros, es lo que Stan hizo al principio del curso”. En Melbourne, Wawrinka se atrevió a coronar un Grand Slam, un asunto reservado al big4 en 36 de los últimos 38 majors. Un asunto, claro, visto como oxígeno para el resto. “No es necesario que lo haga alguien joven. Pienso que debe venir de ese grupo de jugadores considerados como alternativas que de alguna manera han logrado dar el paso. Creo que ese caso, batiendo a Novak y Rafa en el mismo torneo, fue la mayor fuente de convencimiento y alivio para un montón de jugadores. Te llega dentro. Él lo hizo. Y si sé que puedo competir bien ante este tipo. ¿Por qué no voy a poder yo?”.
En Londres, donde competir por la copa dorada queda a la distancia de un solo partido, Federer reconoce a la perfección el rostro del peligro. “Milos tiene un gran servicio. Claramente es la faceta más visible de su juego cuando le ves competir. Es el aspecto más duro con el que lidiar” advirtió. “Le mantiene en los partidos. Sin importar cómo haya rendido en sus juegos de resto, ha estado sacando bien durante todo el torneo” asegura el suizo sobre un hombre que ha disparado 147 saques directos en el presente Wimbledon, más que ningún otro. “Hemos jugado en algunos lugares interesantes, pero aquí en hierba con ese servicio está claro que no va a ser un partido sencillo. Ahí es cuando necesitas enfocarte en tu juego y decir ‘me concentraré en mis propios servicios y veré que puedo hacer desde el resto. Ésa es mi mentalidad ahora mismo”.
“He jugado cuatro veces contra él y me ha batido las cuatro” recuerda Milos, que tiene como meta adentrarse en lo desconocido. “Pero no nos hemos enfrentado en más de un año. Ahora soy un jugador distinto. Me he acercado a él en el pasado. He encontrado un montón de cosas que puedo poner en práctica y darme el convencimiento de que puedo hacerlo. No tiene sentido hablar de ello. Debo pisar la hierba y hacerlo” indicó antes de relativizar el enfrentamiento. “Cuando salga ahí fuera no voy a mirar al siete veces campeón. No voy a cruzarme con un hombre de 32 años. Ni siquiera con un padre de dos parejas de gemelos, una circunstancia de muy baja probabilidad. No voy a competir ante la persona que ha ganado lo que él ha ganando. Voy a batirme con el tipo que se encuentra entre mí y mi objetivo. Tengo que concentrarme en todo para darme la opción de conseguir lo que quiero”.
Es la pasión de infancia contra la leyenda. El suizo, cuya espera fuera de grandes finales alcanza ya los dos años, corre ya con 32 años, cuatro hijos a la espalda y el hambre del que olfatea lo escaso: una opción de distanciarse en la tabla histórica alzando el decimoctavo. “Roger tiene muchos apodos, probablemente más que títulos. Es un mago, como queramos llamarle. Es rápido y capaz de hacer un montón de cosas. Te puede hacer daño. Básicamente hace lo que quiere con la bola” valoró Raonic. Soy algo más predecible, pero salgo a hacer mi trabajo y lo hago. Se trata de hacerle jugar bajo mis términos en lugar de que él me haga jugar con los suyos. Si soy capaz de hacer esto, voy a tener posibilidades. Debo servir bien, preocuparme por mi servicio” subraya un hombre que apenas cedió dos juegos en cinco partidos. “Va a ser un tremendo desafío. Es un reto que estoy esperando”.
Bajo el cielo de Wimbledon, donde un charco de sangre fresca amenaza con alzar los brazos, Federer acelera para detener ese reemplazo. Es el ciclo inevitable del género humano: la experiencia del veterano contra el brío de juventud buscando abrirse paso.
 
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