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El adiós de Feliciano: "¡Perra! ¡Maldita basura es lo que soy!"

El adiós de Feliciano: "¡Perra! ¡Maldita basura es lo que soy!"

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Feliciano, en el partido ante Wawrinka.
Feliciano, en el partido ante Wawrinka.

"¡Perra! ¡Maldita basura, es lo que soy!”, son gritos desesperados que se escuchan en la Court 2 y recorren todo Wimbledon. Es el rescoldo de las oportunidades desaprovechadas, trenes nunca tomados que terminan por desatar la tensión en un partido de vértigo. Feliciano López, uno de los hombres más en forma de la hierba porque llega a Londres con dos finales seguidas y siete triunfos hilados, la mayor racha de su vida en la superficie, se diluye por detalles cuando mira a los ojos de Wawrinka (6-7 6-7 3-6) Sobre el verde, ese suelo que convierte cada pestañeo en una larga pesadilla, pagó caro cerrar por momentos los ojos.

Son dos hombres castigados tras las lluvias porque, ante una organización asida al clasicismo, que no dio opción a competir el domingo ni castigar más de lo debido la Centre Court el pasado sábado, un calendario destrozado les fuerza a competir tres jornadas consecutivas si quieren respirar hasta los últimos días. Una desventaja evidente cuando las reservas flaquean y los más fuertes esperan. Así, con oxígeno por conservar en las piernas, se lanzan a una pelea frenética sin descanso, una lucha contrarreloj. Tanto que no contempló deuces en todo el encuentro, una locura en un deporte de alternativa.
Feliciano, que en 2014 apenas gobierna un 16% de los juegos disputados al resto, no encontró soluciones cuando éstas se abrieron a cuentagotas, en un pulso donde encajó 31 aces y no llegó a gozar una sola pelota de rotura. En el fuego cruzado de la apertura, cuando aún se compite desde las probaturas, el toledano enfocó el mayor agujero del partido. Una de esas opciones que en hierba pueden marcar un rumbo. Con 2-3 0-30 tres errores de Wawrinka le permitieron suturar el susto y reconducir la nave hasta la muerte súbita, situaciones que poblaron siete de las diez mangas competidas en Londres hasta ahora. Allí, donde los detalles se hacen notar como tinta negra en el blanco de una hoja, el único punto entregado llevó la firma de Feliciano. Con 3-3, justo tras la reflexión del cambio de lado, una volea enviada al pasillo colocó a Stan en la lanzadera para sellar el primer parcial.
La desventaja impulsó en Feliciano mayor voracidad por dar el paso adelante y cargar la red, concentrado la mitad de sus acciones de cinta (17 de 40) en el tramo intermedio del encuentro. Sin mayores opciones ante un Stan impenetrable, cuyo primer servicio anduvo prohibitivo, sin bajar del 90% de efectividad en todo el encuentro, la soga fue estrechando las opciones del toledano. Con la fugacidad como norma y el escaso margen de error como riesgo, encaró el español un tiebreak que irá directo a los libros. El número 100 en este Wimbledon, una cifra nunca antes alcanzada en la historia de los Grand Slam. El destino de un partido a discutir en un puñado de puntos, porque el triunfo podía igualar la balanza pero entregarlo suponía un adiós anunciado.
Los hechos terminaron enterrando a Feliciano, que dejó escapar un 6-3 y hasta cuatro bolas de set para haber reconducido el partido. Fueron acciones con diferentes niveles de amargor, porque el mortero al saque de Stan desfiguró las dos primeras, una volea centrada permitió anular la tercera y detener un intercambio, error pensando que Stan había encontrado el fondo cuando fue línea lo que la bola tocó a su paso, terminó por romper el esquema de Feliciano, entregado en un tiebreak de 16 clavos.
Como una cremallera desbloqueada, porque remontar dos mangas fue plomo en las zapatillas con el Everest en las punteras, la seguridad al saque se convirtió en un asunto del pasado. Un remolino que llegó a su fin en el octavo juego, cuando Wawrinka asaltó sin reparos la única rotura del encuentro. El toledano, que ya rozó el quiebre al estrellar un remate en la cinta en su primer juego al saque del tercer acto, perdió los estribos entre el diálogo. “No estoy hablando con él, me lo estoy diciendo a mí mismo” le indicó a Lahyani tras recibir un aviso del silla, quien argumentó que el monólogo, continuado tras cada punto, podía alterar a Wawrinka, girado en más de una ocasión durante los intercambios e dispuesto a intercambiar unas palabras en la red con López al cierre del partido.
En Londres despierta el campeón de Australia entre lo desconocido, porque por primera vez entra en la ronda de los ocho mejores de Wimbledon. Él, que rompió límites por doquier en 2014, porque quitó el precinto a los Masters, majors y se integró en el top5, querrá mirar a los ojos de Roger Federer (verdugo de Tommy Robredo 6-1 6-4 6-4) en un Grand Slam, un deseo jamás concedido.
 
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